Mia | Híbridos Rebeldes 1

0. El Concejo

En la tierra todo parece normal, en el mundo humano las cosas suceden sin anomalías, no suceden muchas extrañezas como en el mundo sobrenatural.

Entre los mundanos suceden cosas que los mortales no detectan, entre ellos habitan los exiliados; los que fueron echados del mundo sobrenatural. En alguna parte del mundo estaban Eleonor y Peter, ellos habían sido la primera pareja en oponerse contra el rechazo de diferentes especies. Ellos estaban siendo buscados, ¿serían encontrados?

El Concejo, una organización compuesta por más de doce miembros masculinos, cada uno de ellos de diferentes especies, estaban en una discusión sobre los híbridos; seres nacidos después de que la regla que les impedía ser parte del mundo fuese revocada, pero con condiciones, reglas que no les favorecían.

En una enorme estancia estaban todos los pertenecientes a esa organización en una gran disputa, al parecer los híbridos se estaban revelando y El Concejo no podía permitir eso, no debían porque esta formación se encargaba de controlarlos y de extinguirlos.

Y esa cuestión tenía muy alterado al líder de El Concejo: Henry Grayson.

Este hombre era un licántropo, creador de esta organización, él estaba ubicado en la cabecera de la enorme y larga mesa situada en el centro de aquella estancia en donde el aire no corría del todo bien. El ambiente estaba tenso, como casi todos los presentes.

Cada uno de los miembros eran hombres jóvenes y los más mayores apenas rozaban los treinta, o por lo menos en apariencia, porque todos ellos tenían hasta siglos de experiencia. 

El semblante de Grayson estaba serio, su expresión reflejaba toda la molestia que se le dificultaba ocultar.

—¿Desde cuándo son tan incompetentes? —rugió con su mirada fija en uno de los miembros que estaba instalado en una distancia un poco alejada de él, dirigió la misma mirada llena de molestia hacia otro de los miembros—. ¿Cómo se les pudo escapar una? ¡Se supone que somos los mejores, la falla de uno de nosotros es la falla de todos!

—Fuimos interceptados, esos rebeldes se cruzaron en nuestro camino, ellos son poderosos, cada vez más y si no hacemos algo al respecto nos destruirán —se defendió uno.

—Fue imposible no caer ante el poder que poseen, ninguno de nosotros se les compara. Ellos siguen reclutando más miembros a su manada, están creciendo verdaderamente rápido y todo se debe a que cada vez hay más híbridos insurgentes —declaró otro, también en su defensa.

—Eso significa que hay que movernos más rápido —decidió Grayson—. No podemos dejar que esto salga a la luz, nuestra reputación corre peligro, agradezcamos que ellos sean discretos y aún prefieran mantenerse en la incógnita. Pero todos sabemos que no será durante mucho tiempo —agregó.

—Debemos encontrar su escondite y acabar con todos —habló uno, un hechicero.

—No dejan rastros, no queda nada de ellos luego de que aparezcan en un lugar, ante el mundo ellos no existen, esa manada es todo un misterio —intercedió esa vez un druida.

—Son muy discretos, son inteligentes, él lo es. Pero nadie es mejor que nosotros —volvió a hablar el líder, el rostro de Grayson adquirió determinación—. Los encontraremos y para que eso sea posible debemos incrementar nuestra fuerza, nuestro poder no se les compara, tengo que admitir que si es cuestión de magia ellos nos ganan, por eso necesitamos recurrir a… —hizo una pausa corta, su mirada se dirigió hacia el druida y finalmente quedó al brujo, a ellos no les gustaría la idea de Grayson— la magia oscura.

—No —negó enseguida el druida—, va en contra de lo que protegemos. Es peligrosa.

—Ellos lo son aún más, acabarán con nosotros si no los detenemos —refuto Grayson.

—La magia negra no es algo que se deba tomar a la ligera, Grayson —le habló el brujo—. Si no lo dominamos, nos controlará.

—Sería por un tiempo limitado, debemos conseguir el pergamino. Pero ningún otro líder debe saber qué es para nosotros y yo sé la forma de lograrlo.

—¿Cómo? Ese pergamino está cortado en dos y cada uno está muy bien protegido, nosotros nos accedemos a ellos —comentó un miembro, él estaba muy alejado del licántropo. Pero allí nadie tenía que preocuparse por el volumen de su voz porque cada uno de ellos tenía una perfecta audición, todos eran poderosos porque El Concejo solo tenía lo mejor de lo mejor.

—Tú déjalos en mis manos, Ajax. Lo robaremos, en realidad lo robaran por nosotros. Sabemos lo que está ocurriendo con las Relish, ¿verdad? Conocemos lo que quieren, pues le ofreceremos nuestra ayuda con la misma condición; su ayuda —pronunció Grayson acompañado de una sonrisa perversa.

—No debemos interferir en una orden del rey licántropo, estás queriendo ir en contra de las normas, Grayson —le recriminó el druida, él se veía muy serio.

—Y no lo haremos, no quiero perjudicar a mi especie —se defendió el susodicho—. Será solo una jugada.

—¿Solo quieres conseguir el pergamino para aumentar nuestra fuerza o hay algo más? Todos sabemos lo que contiene, el poder que otorga es complicado de soltar —comentó el brujo.

—Solo quiero acabar con nuestro problema, nosotros mantenemos el orden y esos híbridos están causando inconvenientes, tenemos que detenerlos. Es la única manera.

En una fila de hombres uno se enderezó, estaba recostado contra el espaldar de su asiento pero él había captado algo en las palabras de Grayson que le interesó: una mentira.

Henry Grayson concebía que a ese hombre no se le podía mentir, por eso mismo su mirada encontró la de él, pidiéndole con un gesto discreto silencio. Este no puso ninguna objeción, tampoco le interesaba los verdaderos planes del líder de El Concejo. Pero era consciente de lo peligroso que podría llegar a ser.

—¿Algo que quieras comentar, Sallow? —se interesó el druida al interceptar una mirada misteriosa de parte del mencionado.

Aedus Sallow le dirigió una mirada gélida como todo él, el vampiro siempre ponía mucha atención a sus conversaciones, muy pocas veces intercedía, por más que fuese todo un influyente en esa organización él prefería el silencio, pero había veces que necesitaba hablar, hacerle conocer al resto de sus colegas su opinión porque si él no expresaba sus ideas nadie jamás sabría todo lo que ocurría en su mente porque no existía un ser sobre la Tierra que lograra descifrarlo, su expresión facial siempre estaba serio, su rostro era inescrutable.




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