Mia | Híbridos Rebeldes 1

51. La melodía

Capítulo 51: LA MELODÍA

Una pregunta, solo tenía una oportunidad.

—¿Cómo pudiste llegar a mí tan rápido ese día? —las palabras abandonaron mis labios no siendo lo que realmente pensaba decir. Lo dije, él lo procesó manteniendo silencio así que continué—. Cuando dije tu nombre... —traté de explicarme para hacerle recordar de qué día estaba hablando—, tú enseguida estabas ahí.

—Siempre cumplo lo que digo —me aclaró, volviendo su vista hacia el sol que daba su mágica aparición en frente de nosotros, desde el horizonte.

Noté como su mano apretaba ligeramente la mía, provocando que nuevamente bajara la vista a esa dirección, observando nuestras manos unidas y sintiendo el latir desbocado de mi corazón ante ese simple gesto.

Estaba por replicar porque aquello no era la respuesta que yo esperaba, sin embargo, cuando lo estaba por hacer, él volvió su rostro hacia el mío y su tan intensa mirada me desconcentró y las palabras simplemente se quedaron congeladas en mi garganta.

—No olvides que tenemos una conexión, hay un lazo que nos une y desde el momento en que nos vimos por primera vez... —pausó durante un instante— solo ha ido en aumento—completó y regresó su vista al frente. El rayo de sol le dio directo en la cara, algo verdaderamente hermoso que apreciar, pero cuando cerró sus ojos lo fue todavía más.

—Puedo sentirlo —musité por lo bajo.

Entonces él, sin abrir los ojos, respondió mi pregunta.

—Teletransportación, escuché tu voz llamándome y no dudé ni un instante antes de ir por ti.

—¿Escuché bien? ¿Acabas de decir teletransportación? —dije con una expresión de incredulidad apareciendo en mi rostro, mi boca estaba ligeramente abierta por la impresión.

Sus ojos se habían abierto ni más solté su mano para apartarme el mechón de pelo que había sido movido por culpa del soplo del amanecer.

—Sí, tienes buena audición —me aclaró haciéndome reír. Solo que de pronto me obligué a quedarme en silencio, capté su atención al permanecer callada.

—Me contaron algo sobre ti… —comencé a decir sin evidenciar nada en mi tono de voz—, sé que eres parte de El Concejo.

—Que sea miembro de esa organización no significa que acepte sus términos. Me da lo mismo sus decretos. Soy parte porque estoy representando a mi especie, el más capaz para el puesto, soy un excelente rastreador: un cazador. No tengo nada en contra de los híbridos, pero su extinción se toma como precaución, el pueblo así lo recibe porque es lo que El Concejo dio a conocer.

—Tengo entendido que años atrás la fusión de habilidades convertía a los híbridos en monstruos.

—Fue lo que desató el repudio y miedo de los estables. Pero un acontecimiento en específico fue lo que determinó este castigo.

—¿Qué sucedió? —expresé mi curiosidad inmediatamente.

—No me corresponde decírtelo, lo único que puedo adelantarte es que tú estás muy cerca de quien sí puede hacerlo.

—¿Hareth? —dije pero él no me lo confirmó. El semblante de Aedus adquirió un tono diferente, quedó serio y distante.

—Me gustaría decirte tantas cosas —susurró de golpe, la nota melancólica que reconocí en su voz me tomó desprevenida—, pero no puedo. Respeto que todo ocurra en su debido momento a pesar de que esté deseando adelantar las cosas.

—Me sorprendes —musité—. Quiero que me des motivos para alejarme pero no lo haces. Te siento muy diferente a todos ellos.

—Lo soy —me afirmó, pero la media sonrisa que esbozó me inquietó en el mal sentido—, soy diferente porque soy el peor de ellos y eso todos lo saben.

—¿Qué has hecho?

—El tiempo de las preguntas se terminó —él se puso de pie, terminando el momento. También me levanté, expresando mi desacuerdo.

—Eh, que solo me respondiste una pregunta —reproché, él amplió su sonrisa y nos quedamos cara a cara—. Dime algo más —supliqué queriendo que aceptase, no sé qué habrá visto en mi rostro, pero no pudo decirme que no, asintió y yo sonreí satisfecha—, ¿Henry Grayson conoce mi identidad?

—Lo sabe.

—¿Fuiste tú?

—No.

Su respuesta alivió a mi alterado corazón, pero ni esa sensación consiguió que la preocupación dejara de carcomerme por dentro. Efectivamente Scott fue mandado por él. «Henry Grayson».

—¿Las hermanas Relish?

Él no me dijo nada más. Se distanció al dar un paso atrás y en cuanto noté que me daría la espalda me apresuré en tomarlo de las manos.

—¡Una pregunta más! —exclamé suplicante, la emoción de sus ojos fue contagiosa.

—Tú dime, si no digo nada es porque es confidencial.

—Okey —acepté—. Durante estos últimos días he estado sufriendo pesadillas que no me dejan dormir tranquila, pero ahora… ¿qué hiciste?

—Cuento con diferentes dones que me permiten hacer cosas que nadie más puede.

Nos quedamos en silencio, no dije nada al instante creyendo que se explicaría un poco más, pero eso fue todo.

—¿Y volverán?

—No.

—Gracias, supongo.

Nuevamente nos quedamos en silencio y entonces me di cuenta del contacto que mantenían nuestras manos. Me aparté de él contemplando las vistas, los primeros rayos del sol sobre el verde que admiraba fue una tentación para sacar varias fotos, lastimosamente no contaba con ninguna cámara.

—El bosque es bastante extenso, ¿te gustaría activar la velocidad de los vampiros? —comentó Aedus a mi costado, lo miré inmediatamente—. Sé que tú puedes hacerlo, pero algo te lo impide.

Supuse de qué hablaba.      

—Y tú... ¿cómo sugieres que la velocidad surja de la nada?

—Primero que nada debes tenerte confianza y creer que podrás. Solo así serás capaz de romper la barrera que te mantiene oculta.

Asentí con la cabeza.

—Lo haré.

—Verás cómo lo hago yo, ¿estamos? —La misteriosa sonrisa que le cambió la expresión de su rostro me alteró todos los sentidos—. Y si me alcanzas, te premiaré con un beso.




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