Mia | Híbridos Rebeldes 1

54. Visita inesperada

Capítulo 54: VISITA INESPERADA

Abrí los ojos, sobresaltada debido a un mal sueño, mi pulso se encontrada demasiado acelerado y transpiraba como si hubiera corrido un maratón. Casi temblando, me deslicé de la cama, quitando con suavidad el brazo de Hareth que abrazaba mi cuerpo. Al tocar su mano lo sentí demasiado caliente, el calor que emanaba me estaba sofocando.

Ya de pie, giré para comprobar que él seguía plácidamente dormido, abrazando una almohada, la cual yo le coloqué por debajo de su brazo para que no percibiera ese lado vacío. Se veía tan hermoso con su cabello totalmente desordenado y con la boca un poco entreabierta que no pude evitar contemplarlo por algunos segundos. Agarré mi teléfono y capturé ese momento.

Volví a sentir como un calor abrasador se apoderaba de mi pecho, dejé el celular sobre la mesita de noche y fui directo hacia el baño. Observé mi rostro en el espejo, mis mejillas estaban sonrojadas, mis ojos en vez de notarse cansados por las pocas horas de sueño se veían brillantes, llenos de energía. Apreté mis manos sobre el borde del lavamanos, sintiendo lo tibio que se encontraba. Puse mis manos por delante de mi cara para verla bien, no había nada raro, pero si sentí que algo muy raro estaba pasando conmigo. Lo único que percibía en mi entorno era calor, y no quería eso.

Me metí debajo de la ducha, el agua estaba tan fría que podría congelar a cualquier ser humano, pero después de estar un buen rato durante el chorro de agua comencé a notar lo aliviada que se encontraba mi cuerpo, despejé la mente y apoyé los antebrazos contra la pared.

Mantuve los ojos cerrados, la oscuridad emergió por delante de mí, rodeó mi cuerpo y un momento después todo era blanco, di algunos pasos hacia adelante, deteniéndome delante de ese espejo. Me encontraba desnuda, pero había cortes por todo mi cuerpo y la sangre fluía pausadamente, mi reflejo me devolvió una mirada aterradora, alcé las manos por delante de mi cara y esa vez vi mis manos lleno de quemaduras y la sangre brotaba sin cesar, manchando el piso de un color carmesí.

Subí la vista y un grito devastador salió del interior de mi garganta por lo que vi, el reflejo en el espejo subió la mano y con el dedo índice trazó unas cuantas letras mientras yo me alejaba lo más que podía.

MIEDO.     

Eso fue lo que escribió, el rojo de las letras se deslizaba por el espejo mientras ella no hacía nada más que sonreír con malicia.

Volví a la realidad totalmente exaltada, preocupada y desorientada. Mi respiración se encontraba errática, busqué el oxígeno con desesperación, a pesar de encontrarme debajo de una lluvia artificial tan fría que te helaban hasta los huesos no me calmó, no evitó que mis pensamientos volvieran a esa amplia habitación blanca.

Cerré la llave de la ducha con las manos temblorosas, tomé una toalla y la envolví en mi cuerpo. Estaba temblando y, a pesar de apenas salir de la ducha, estaba sudando, sentía mucho calor. No sabía lo que estaba pasando conmigo, mi cuerpo estaba reaccionando de una manera muy diferente al calor, como si lo repudiara.

El repentino ruido de la puerta abriéndose hizo que guiara mi vista en esa dirección.

—Dioses, te ves mal —fue lo primero que dijo, se veía preocupado, estaba somnoliento pero a pesar de eso se acercó a pasos seguros hacia mí, pero yo hice algo que nos sorprendió a ambos: me alejé de él.

Mis antebrazos estaban colocadas en forma de equis por delante de mi pecho, con las manos sobándome con fuerza y rapidez los brazos, meneé la cabeza en ese proceso mientras retrocedía. Sentía más calor, Hareth desprendía una calidez sofocante, todo mi cuerpo me pedía que me alejara de él.

Temblaba, no lograba entender que era lo que sentía con exactitud, de lo único que estaba segura es que jamás quería volver a ver el semblante decaído de Hareth por culpa de mi rechazo.

—Lo siento, hay… —me costaba hablar puesto que apenas me había despertado y desde entonces este era lo primero que estaba diciendo, me aclaré la garganta y lo observé con precaución —hay un calor en ti que me calienta demasiado —terminé de hablar y me di cuenta que mi argumento se oyó completamente estúpido, además de… sonar muy mal. Abrí los ojos exageradamente ante ese hecho y traté de rectificarme—. No, no me refiero a eso…tú me entiendes —balbuceé, poniéndome completamente nerviosa y sintiendo como el calor ardía en mis mejillas, sentí la boca seca.

—No me acerco —entendió, esbozó una sonrisa agradable mientras elevaba sus manos en muestra de paz—, pero tenemos que hacer algo en contra de lo que tienes.

—¿Supones algo? —pregunté, queriendo volver a meterme debajo de esa ducha para dejar de inquietarme.

—Es tu parte vampiro —contestó lento, serio y pensativo—, eso es lo único que puede justificar que no quieras… tenerme cerca —murmuró las últimas palabras, como si le costara decirlas—. Aunque no entiendo por qué.

—Lo lamento.

—No es tu culpa —dijo al instante, quiso dar un paso adelante pero se obligó a no avanzar, lanzó un suspiro, pasándose su mano tatuada sobre su cabello salvajemente desordenado—, creo saber que necesitas, así que te traeré ropa y nos vamos.

Asentí, él salió del bañó y un momento después regresó con un conjunto deportivo, me lanzó la ropa y dejó los zapatos en el suelo y luego volvió a salir, diciendo que me apresurase.

Me vestí con rapidez, sintiendo demasiada energía.

Abrí la puerta y salí viendo a Hareth de espaldas a mí, observando por la ventana ya abierta, aún era de noche, seguramente era de madrugada.

Volteó y con un gesto de cabeza me señaló la puerta, fui hasta ahí y él se mantuvo a una buena distancia mientras me seguía.

No tuvimos problemas para salir de la mansión, los guardias nos miraron extrañados, pero no protestaron ni dijeron nada ya que nosotros no éramos cualquier persona.




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