Mia | Híbridos Rebeldes 1

56. Una estable

Capítulo 56: UNA ESTABLE

Abby

Por un extraño motivo la luz de la linterna se apagó. Pero ese hecho no me impidió seguir caminando e insistirle a Rouse para que hiciera lo mismo. Ella me estaba hablando, solo que de pronto no la escuché más.

Entonces comencé a insistirle a la linterna para que volviera a funcionar, y de golpe se prendió, enfoqué la luz en dirección a mi amiga y ahí la vi. Su linterna también se había encendido de repente. No perdimos más el tiempo y nos apuramos en abandonar este aterrador sitio, la entrada se encontraba cerrada pero con el mismo método conseguí que se abriera.

—Si Grayson dijo la verdad, ¿sabes lo que eso significa? —me dijo Rouse.

—Lo último que desearía en este mundo es ser familia de ese —protesté—. Estoy por entrar en una crisis por este misterio que se acaba de mezclar con otro, el «qué soy» ahora está acompañado de «quiénes son mis padres». ¡Nadie sabe mi puto origen! —caminé más rápido huyendo lejos de esa información proporcionada por Henry.

—¡Espera, Abby! —Rouse logró que frenara de golpe en cuanto su mano se aferró a mi antebrazo izquierdo, me volví hacia ella insistiéndole para que hablara rápido. Dioses, tenía un terrible afán por salir de este castillo—. Tienes que saber algo.

—Dímelo ya.

—Se me acaba de prender una neurona —exclamó con nota de culpabilidad, fruncí en ceño al no captar que intentaba decirme—. Creo que el golpe que recibí en la cabeza me afectó de más…

—Solo dilo, ¿okey? —la apuré un poco exasperada.

—El cuadro que estábamos buscando, la fotografía, las hojas faltantes en ese libro de biografía —dejó un expectante suspenso al pausar durante pocos segundos. La expresión de Rosy alertaba sobre una información que tal vez no me iba a agradar recibir—, creo saber a quién le pertenece. A la compañera de Henry Grayson —reveló de golpe.

—¿Él tiene pareja? —me sorprendí. De verdad, no había pensado para nada en que Henry Grayson tuviera compañera. Él se veía como todo un libertino, se notaba serio pero también inspiraba un aire libre y salvaje.

—Ella murió, Abby —me dijo Rouse—. Su compañera fue asesinada en garras de un híbrido.

—¿Murió? —pronuncié sin poder creérmelo. Su trágico final desencadenó acontecimientos todavía más fatales y siniestros.

—Me enteré hace poco, le pregunté a Hareth el motivo que impulsaba a Grayson a cometer esta sanción a los híbridos, y él me lo dijo. Lo hace exclusivamente por ella, es su forma de vengarla, Grayson repudia a todos los híbridos por el error de uno.

—No puede dejar el pasado atrás —murmuré con la cabeza invadida por esa mirada oscura y tormentosa que le pertenecía a él. Había detectado la profunda tristeza y miseria que habitaba en sus ojos, también en su forma de verme. ¿Por qué? No tenía ni la menor idea.

—También creo que fue conquistado por el poder supremo, como bien dijiste una vez, el puesto que tiene es una posición increíble. El Concejo es la organización que domina el sistema de este mundo, Henry Grayson es su líder, el que impone las reglas, las cuales todos deben acatar. Grayson es un soberano que no renunciaría por nada al poder que alcanzó.

—Eso lo tengo claro, ¿por qué lo haría? —objeté—. De todas maneras, el asunto de Henry Grayson no es de nuestra incumbencia, sí, la muerte de su compañera lo ocasionó todo, pero nosotras no tenemos el poder de hacer que milagrosamente él recapacite y le pida disculpas a la especie que se ha dedicado a extinguir.

—La única forma de que esto pare es que Harun salga vencedor, me voy a fiar de lo que sea que planee.

—Bueno, te dieron un ultimátum. Tres meses para ese ritual, Rouse. No consigo ver una forma de escapar de esto, siento que ni huir ayudará. Pero lo podemos intentar si quieres.

—Será nuestro último recurso, ¿okey? Por el momento, no me cambies de tema y volvamos atrás. No ignores el hecho de que ese acceso secreto solo lo puede abrir un Grayson o la pareja de uno.

—¡No quiero tener relación alguna con ese apellido! ¿Pareja de uno? Yo ya estoy comprometida con un Lazcano. Y espero que tu condición de dos lazos no me haya alcanzado también —dije con cierto horror, ella puso mala cara y yo sonreí—. A mí solo me gusta Edward, no puedo ver a nadie más que a él. Y mejor vámonos, recuerda que nos están esperando.

—Mierda, es cierto. Pero este tema queda abierto y en suspenso, porque ¿cómo demonios es que pudiste ser capaz de abrir ese mecanismo exclusivo?

—También me gustaría saberlo, pero no sé la hija perdida de quién podría ser.

—¿Henry Grayson?

—No le veo en ese papel. Tampoco quiero. Además, ¿le ves cara de padre? Ha de cuidarse muy bien si mantiene relaciones.

—Bueeeno, dolo decía.

—Seguro hay más Grayson o simplemente ese acceso falló —terminé el tema poniéndome en marcha. Nos precipitamos a la salida y apenas pusimos un pie afuera, nos detuvimos ante lo que nuestros ojos advertían.

En silencio, comenzamos a descender los escalones. Ellos se mantuvieron quietos conservando una expresión seria y de reproche. Se encontraban al lado de una camioneta negra, atrás había otro auto y al lado de ese se situaba el de Anthony. Él también se encontraba a nuestro enfoque, su hermano, Malcom, parecía estarle regañando.

—Buenas, buenas —canturreé esbozando una amplia sonrisa que dijera que todo estaba muy bien. Centré mi atención únicamente en Edward, su ceño fruncido delataba su pequeñísima molestia.

—Sabías que Luna Eclipsa sería ocupada esta noche, lo escuchaste… —él exhaló con fuerza, sus rasgos se suavizaron levemente—. Fue un riesgo muy grave, estás cosas a veces se salen de control. En está ocasión tuvieron la fortuna de estar acompañadas y además, que ellos las protegiera.

—¿Protegiera, qué? —dije encontrándome con él, ya frente a frente—. Bueno, ya no importa. Estamos bien, vivas y con ganas de regresar a casa. Así que vámonos que tengo hambre. La cena me espera.




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