Mia | Híbridos Rebeldes 1

58. Deseo

Instintivamente retrocedí, que él me confirmara su identidad me llevó a obtener una reacción defensiva, de igual manera la decepción en mi rostro no pudo pasar inadvertida para él. Harun conocía por la expresión de mi cara, cuando apenas lo divisé, la alegría que surcó en mi rostro y las esperanzas titilando en mis ojos de que Hareth regresaba por mí. Ahora que sabía que este no era la persona que yo esperaba, sino su hermano gemelo toda esperanza se esfumó, dejando en su lugar una expresión sorprendida cruzándose con la ira chispeante que amenazaba en cualquier momento emerger.

La molestia se estampó en mi cara, el recuerdo que tanto me atormentaba y por lo que todo comenzó volvió a reproducirse en mi cabeza, fue como si hubiese rebobinado en realidad, todo pasó en cámara rápida desde este momento hasta ese suceso y se detuvo cuando la vista de Harun encontró la mía. Noté algo en sus ojos, algo que por supuesto no percibí en ese momento; la satisfacción, fue como si ese acontecimiento le agradara de sobremanera y que yo los descubriera hizo que estos brillaran provocando que la malicia fuera evidente en su mirada. Ese rostro le pertenecía también a Hareth, pero esa mirada que lucía únicamente la más perversa maldad no... Él siempre me observaba con un aire travieso pero lleno de amor, una ternura lujuriosamente perfecta que lograba derretirme y al mismo tiempo calentarme hasta límites insospechados.

Los ojos eran lo que permitía ver hasta lo más profundo de una persona, Hareth me había enseñado que yo significaba todo para él y en vez de corresponderle de la misma manera... le mentí, y por culpa de mi engaño terminé rompiéndole el corazón.

Regresé en el presente sumamente desorientada, mi pecho se hinchó llena de culpabilidad, me dolía porque me sentía culpable por no sospechar desde un principio que el hombre que besaba a Hannah era Harun y no Hareth; yo los había confundido, pero de alguna manera yo no sabía de la existencia del gemelo de Hareth, es como si en aquel instante él hubiera sido borrado de mi mente para que yo no tuviera de otra que pensar en Hareth al momento de ver aquel beso.

—Eres Harun —dije para poder creerme realmente que me encontraba delante de él, el susodicho sonrió y me miró con suficiencia, ladeó un poco el rostro reduciendo su sonrisa de labios pegados.

—Lo soy.

—¿Cómo pude olvidarte? —realicé la pregunta más para mí que para él, llevándome una mano sobre la boca para disminuir el jadeo a causa del asombro. No podía salir del aturdimiento.

Mi vista viajaba constantemente a sus ojos, sus labios... Indagué por toda su cara buscando alguna señal que me diera a entender qué rayos estaba sucediendo. Pero su expresión estaba tranquila, manteniendo esa sonrisa arrogante y, al mismo tiempo, misteriosa.

—¿De verdad quieres conocer esa respuesta? —contestó, arqueando sus oscuras cejas. Al darse cuenta que mi vista seguía en su rostro y que prácticamente no parpadeaba al observarlo, movió su mano por delante de mis ojos. En aquel momento salí del aturdimiento, mis cejas se arrugaron y mi vista se ensombreció adquiriendo un semblante serio.

—Tú, ¡qué diablos fue lo que hiciste!—bramé empujándolo con todas mis fuerzas, importándome muy poco ensuciar su ropa con mis manos sucias. Él apresó mis brazos después del segundo golpe en su pecho, lo sostuvo con fuerza mientras mantenía una expresión de: ¿En serio estás haciendo esto? Te ves patética. O por lo menos eso fue lo que yo interpreté al alzar la vista y ver su cara de aburrimiento.

—Únicamente quería ayudarte —expresó en tono tranquilo, apretando con más fuerza mis brazos contra su pecho.

—¿Ayudarme? —pronuncié completamente incrédula al igual que confundida. Mis cejas se hundieron y mi mirada se volvió escéptica; cuidadosa y desconfiada— ¡Por tu culpa pensé lo peor de él! —grité removiéndome con fuerza para liberarme de su agarre— ¡Por tu culpa creí que él me había engañado y por tu culpa no sentí ningún remordimiento a la hora de... besarlo! —mi voz de estar chillando con fuerza pasó a ser baja y susurrante, a la vez que me rendía y dejaba de mover mis brazos.

—Solo quise ayudarte —afirmó nuevamente con esa voz profunda y calmada.

—¿Dices que querías ayudarme cuando me hiciste creer ver a Hareth besándose con Hannah cuando en realidad la que la besaba eras tú? —la sola pregunta ya se escuchaba absurda— ¡Eso no tiene sentido! Y suéltame —exclamé removiéndome otra vez para zafarme de su agarre, nada funcionó, él me sostuvo con una sola mano y la otra la colocó por detrás de mi espalda, la tela de su guante se sintió fría contra mi piel.

—Quieta, te me haces demasiado caliente tan enojada y... expuesta —dijo en voz baja, muy cerca de mi oído. Me quedé quieta, rígida, procesando sus palabras, y para afirmarme lo que yo ya sospechaba su mano en mi espalda descendió hacia mi cintura—. Chica lista —siguió, endurecí mi gesto de molestia y dejé que las llamas abrasaran mi cabello, él no me soltó pero sí disminuyó el agarre de su mano en mis antebrazos, en un fuerte jalón logré liberarme de él, alejándome de su cuerpo al instante.

No supe por qué pero mis mejillas se encontraban calientes.

—Aléjate de mí —advertí a pesar de que su cuerpo contra el mío no se sintiera tan mal, era como estar cerca de Hareth pero con algo diferente.

Harun hizo todo lo contrario, se quitó la gabardina y se acercó a mí. Inspiré hondo y solté el aire por la nariz recuperando un poco de calma para que el fuego en mi cabello no quemara la única prenda que me cubría los pechos.

—Póntela —ordenó, extendiendo la ropa que se quitó hacia mí, negué con la cabeza y me crucé de brazos, él lanzó algo parecido a un resoplido y de todas formas me colocó sobre los hombros su gabardina, tenerlo por detrás de mí no resultó tan incómodo como me lo esperé—. Los brazos —gruñó, impaciente. Le obedecí, descrucé los brazos y acepté su ayuda a regañadientes para que me colocara su estúpida gabardina, no sabía porque me lo estaba poniendo, pero lo entendí cuando sus brazos rodearon mi cuerpo para cerrarlo bien, sentir como sus brazos me apretaban ligeramente contra su pecho hizo que un vibrante estremecimiento me recorriera todo el cuerpo, y no fue precisamente por el miedo.




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