Mia | Híbridos Rebeldes 1

59. Pasión

Capítulo 59: PASIÓN

En la oscuridad que me envolvía comenzaron a mostrarse recuerdos míos y de Aedus juntos. Llegó uno detrás de otro; desde que cruzamos la primera mirada hasta el beso que nos dimos. Todo iba demasiado deprisa, era como ver un flashback en mute que avanzaba muy rápido, como queriendo llegar en un momento en específico.  

De pronto todo se centró en lo suceso de este día, se detuvo luego de que Hareth se haya ido. La voz de Aedus resonó dentro de mi cabeza en un sonido agudo, inmediatamente una gran punzada de dolor se hizo presente no permitiéndome concentrarme en ese momento, las voces cada vez se oían con menos fuerza y el recuerdo comenzó a verse borroso y cada vez más lejos.

Un dolor intenso se instaló en mi cabeza, este cada vez iba en aumento y, en menos tiempo que dura un parpadeo, la voz de Aedus y el mío volvieron a escucharse, esa vez con mucha más claridad. El recuerdo estaba delante de mis ojos, apenas podía observar lo que estaba sucediendo porque me concentraba más en el dolor que estaba sintiendo, en cómo alejarlo, en cómo podía hacer que desapareciera algo que ya viví. Mis párpados se sintieron pesados, el dolor creció y un molesto y doloroso pitido comenzó a escucharse constantemente en mis oídos.

Mis párpados estaban tan pesados y cansados que me costaba mantener los ojos abiertos, es como si no me encontrara inconsciente, sino en otro lugar… otra dimensión. Podría desmayarme en cualquier momento, el recuerdo volvió a avanzar de prisa, vi a Aedus marcharse y en ese momento todo se volvió negro hasta que, como si estuviera abriendo los párpados, delante de mis ojos apareció Harun.

No se escuchó nuestra conversación, el recuerdo avanzó rápido como si se tratara de un vídeo que mostraba las imágenes más interesantes, cada uno de esos momentos invadió mi mente en una dolorosa punzada que parecía querer quebrar y hacer añicos mi cordura.

Todo se detuvo cuando Harun me enseñó el anillo de Eden y yo avanzaba hacia él, luego de eso todo se desvaneció y la negrura se apoderó de mi mente durante pocos segundos hasta que mis ojos se abrieron de golpe, de mi garganta surgió un jadeo de asombro mientras mis pies se movían hacia atrás cuando Hareth me liberó de sus garras. Mis piernas se encontraban demasiado débiles, a causa de ello me caí de rodillas y mis manos se plantaron en el suelo con la cabeza agachada aspirando con fuerza, tratando de recuperar todo el oxígeno que no sabía que necesitaba con urgencia.

El dolor de cabeza no se iba, subí las manos en la cabeza, apretando con fuerza los sienes con los dedos mientas erguía la espalda y me sentaba sobre mis pies.

—¿Qué hice? —escuché una voz masculina en la lejanía, sonaba arrepentido y denotaba asombro, incredulidad y culpabilidad—. Oh, Rouse, lo lamento tanto… —sentí unas manos en mis hombros, alcé la mirada acuosa hacia él y reconocí el rostro de Hareth. Él estaba acuclillado para estar a mi altura, me removí al instante y el dolor en mi cabeza me taladró la mente, lancé un quejido fuerte y bajé las manos para cubrirme el oído a causa del intenso pitido, en ese momento lo sentí; la sangre que fluía de mis oídos. Estaba tan concentrada en el dolor de cabeza que no me había dado cuenta de ello.

Puse las manos por delante de mis ojos, mis manos temblaban cuando vislumbré el color rojo carmesí de la sangre, estaba caliente y su olor metálico inmediatamente invadió mis fosas nasales, arrugué la nariz a acusa de ello y volví a llevar por inercia la punta de mis dedos manchados de sangre hasta mis orejas. Tenía que estar segura que esto estaba ocurriendo de verdad, que esto no era una pesadilla. Percibí como la sangre se deslizaba cayendo por los costados de mi cuello, llevé mis manos temblorosas delineando la mandíbula hasta que mis dedos alcanzaron las comisuras de mis labios y posteriormente como alcanzaban los orificios de mi nariz…

¡Dios, iba a morir!

—Rouse —insistió Hareth, atrapando mi mentón con suavidad para que lo viera.

Y entonces, reaccioné.

—¡No me toques! —grité tratando de que mi voz sonara firme, pero se escuchó temblorosa y se puso en evidencia cuán mal me sentía. Las lágrimas se deslizaron de mis ojos con libertad mientras me arrastraba en el suelo hacia atrás para alejarme lo más que pudiera de él.

Mi espalda impactó contra el pie de la cama, y ahí me quedé, subí el mentón lo más que pude para detener la sangre, sabía que necesitaba hacer todo lo contrario pero estaba asustada, demasiado aterrada a decir verdad.

—No, por favor…

—¿Cómo pudiste? —le interrumpí con la voz totalmente quebrada, no podía mirarlo, era incapaz de verlo porque mi pecho me dolía horrorosamente por la inmensa decepción que sentía, lo único que podía hacer era llorar, sollozar porque la cabeza me seguía doliendo a horrores y ahora también lo hacía mi alma—. Oh Dios… —murmuré con las manos en la cabeza, con los dedos hundidos y aferrados a mechones de mi cabello.

—Yo solo quería… por favor, perdóname —dijo mostrándose totalmente arrepentido, pero eso no cambiaban la cosas, su disculpa no iba a disminuir ni desaparecer mágicamente el dolor que me estaba matando por dentro. Hareth nuevamente se encontraba por delante de mí, colocó una mano en mi mejilla con cuidado, temiendo que lo volviera a apartar de mí, y eso hice.

—Aléjate de mí —advertí.

—No quería lastimarte, no quería hacerlo… —mencionó apresuradamente, y sin hacerme caso me cogió el rostro con las dos manos e hizo que lo mirara a los ojos—. Lo siento mucho, los celos me dominaron, por favor, por favor… —me eché para atrás lo más que pude solo para poner un poco de distancia, interrumpiéndolo.

—¡No confiaste en mí! ¿Te metiste en mi cabeza, verdad? ¡¿Eso hiciste?! —Exigí saber, pero al elevar el tono de mi voz la punzada en mi cabeza aumentó y provocó que emitiera e hiciera una mueca a causa del dolor—. Sé que te fallé, pero… pensé que tú también lo habías hecho —dije en voz baja.




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