Epílogo: LAZO MALIGNO
Hareth Lewis
No medí mis palabras y solté lo que tanto evitaba recordar. Sabía que en algún momento se lo tendría que decir, pero no esperaba que sería prácticamente en esas circunstancias.
Mia ya sabía sobre mi mundo. Ella era parte de mi mundo, ella comprendería lo que conllevaba un hechizo. No me tomaría como un loco como lo fue en un principio.
Sabía que la comunicación entre parejas era esencial, era importante compartir hasta tus más oscuros secretos con esa persona que creías el amor de tu vida, pero yo no lo hice. Me concentré más en las ganas de siempre besarla y tocarla hasta el punto de cegarme y no comentarle lo importante. Evitar lo importante.
Me sentía seguro de ella, me encantaba siempre tenerla a mí alrededor y que siempre estuviese dispuesta a seguirme los juegos. Pensé que al tenerla de ese modo la inquietud y ansias desaparecerían de mi pecho, pensé que Mia rompería el hechizo que me unía a alguien más, de verdad pensé que mi verdadera compañera lograría que ese maligno lazo por lo menos se rasgara y que desvanecería el dolor que me consumía y persistía en mi pecho al resistir las ganas de estar con Neira.
Y no fue así, o por lo menos no del todo porque sí apaciguaba ese malestar constante que vivía en mí exigiéndome ir a verla, demandándome la cercanía de la que fingió ser mi pareja destinada. Mia con su presencia y toques lograba calmarme, darme el alivio que durante años busqué, ella con su mirada dulce y cariñosa conseguía que me perdiese del mundo, pero nada era eterno, en algún momento volvía al mundo real en donde la culpabilidad me carcomía y pedía disiparse.
Quería decirle que estaba atrapado por un lazo maligno.
Quería decirle que me resultaba imposible no sentir algo por alguien más.
Quería decirle sobre ella, contarle todo de mí, y oportunidades tuve, solo que no pude, quise pero no pude.
Algo siempre me contenía y por eso mismo, por mi evades ante ese tema pensé que era un castigo que ella no me quisiera solo a mí.
En la vida de Mia había alguien más, ella estaba unida a alguien más y enterarme de ello fue una sorpresa enorme, tan grande que lo sentí como un castigo.
Aedus Sallow no la merecía, ella era un ser inocente ajena al mundo oscuro que envolvía y persistía en ese tipo, ella era fuego, una luz brillante que merecía rodearse de todo lo bueno y no de todo lo malo que representaba él. Yo tampoco era un santo y tampoco le convenía porque sin tener el lazo roto no iba a poder darle jamás todo el amor que se merecía, una parte de mí siempre querría a otra y de ese modo ella nunca obtendría todo de mí.
Y yo quería darle todo de mí, cumplir con mi papel de compañero, pero con el inesperado aparecimiento de su tua cantante y yo revelando ese secreto que no sabía cómo hacer salir a la luz salió, todo se complicó.
Grayson estaba allí, mi tío siempre me aconsejó eliminar a Neira, él dijo que yo podría aguantar el sufrimiento que me abordaría con su fallecimiento. El Concejo quiso encargarse de ella pero yo me negué, Neira dijo que su muerte podría hasta ocasionar la mía también y de ese modo obtuve el apoyo de mis padres de mantenerla con vida hasta el aparecimiento de mi autentica pareja destinada. No sabíamos si decía la verdad, pero yo sufría con tan solo imaginármela muerta, no quería sentir nada por ella, pero me resultaba inevitable. Y tampoco podríamos arriesgarnos de que los licántropos se quedasen sin su heredero legítimo, yo era el único que poseía los poderes de alpha real y si yo moría los de mi especie se debilitarían.
Entonces ella vivió, la mantuve cerca de mí pero a la vez muy lejos.
Y tal vez debí haberme arriesgado y acabarla en un principio, no importándome que me destruyera en el proceso porque ahora la consecuencia de que ella siguiese viva estaba destruyéndome mucho más.
No pensé que una mirada quemase tanto, los ojos de Rouse reflejaron su decepción y también hubo mucho dolor en ellos.
El corazón me latió muy deprisa, quise devolver el tiempo atrás y haber hecho las cosas bien, lastimosamente eso jamás ocurriría. Lo único que podía hacer era aceptar lo que se avecinaría después.
No me gustaba verla llorar, más si esas lágrimas eran por mi culpa.
Entonces, ante la insistencia de Grayson al querer llevarla y someterla a ese ritual y enterarse también de que había algo extraño y peligroso en ella al tener dos compañeros, me intercepté.
En mi viaje en Europa había hablado con Aedus, aún me costaba creer que justo él fuese también de ella, en un inicio lo dudé, no quise creerlo pero tuve que resignarme a hacerlo porque ya la había herido a causa de mi desconfianza y terquedad.
Acordamos algo y esperaba que lo cumpliera, así que le di la oportunidad que pedía al no tener más salidas.
Rouse me miraba a mí, suplicándome con la mirada que la rescatase de mi tío. Pero yo no la miré, mis ojos se posaron sobre él, avisándole con un gesto casi imperceptible que esa vez permitía que él fuese el héroe que salvaba a la damisela del villano.
De ese modo él se la llevó, yo la empujé en otros brazos y desaparecieron, percibí en su mirada lo confundida que estaba y también detecté mucho dolor.
Después de realizar ese movimiento me quedé como estatua, plantado en un sitio y con la vista perdida, puesta solamente en donde ellos desaparecieron.
Comencé a cuestionarme si hice bien en dejarla ir con él, pero no tuve demasiado tiempo para pensar y procesar lo que acababa de hacer porque sentí un fuerte golpe por detrás. Grayson me había empujado violentamente, provocando que perdiera el equilibrio, pero afortunadamente logré estabilizarme con rapidez, volteando a verlo.
En su mirada y expresión furiosa me demostraba lo molesto que se encontraba.
—¡¿Qué acabas de hacer?! —lo dijo con todo el reproche del mundo.
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Editado: 12.07.2021