Mía (no) por una noche. Amor sin contrato

Capítulo 3-1

El día, como para fastidiar, se hacía eterno. Olga varias veces estuvo a punto de ir a ver a la niña, pero Voloshin le suplicaba que esperara hasta que consiguiera el permiso oficial para llevarse a la niña por las noches y los fines de semana.

— ¡Si esto no sale bien, nos van a caer palos a los dos, Olia! Y tú además podrías ser acusada de secuestro de una menor.

A Julia Vinogradova la trasladaron a la unidad de cuidados intensivos después de la operación. Olia luchaba consigo misma como podía, pero sus pies la llevaron por sí solos hasta la habitación donde yacía aquella que había logrado engañar a Kostia Averin y robarle a su hija.

Se quedó allí, mordiéndose el labio y con los dedos blancos de tanto apretarlos. Miraba a la joven, que ahora parecía más una muñeca de un museo de cera, e imaginaba... Lo imaginaba todo muy bien, porque ella misma no podía olvidar.

Imaginaba cómo se esparcía sobre la almohada el largo cabello, ahora oculto bajo el gorro quirúrgico desechable. Cómo estaban de hinchados por los besos aquellos labios ahora exangües. Cómo brillaban los ojos, escondidos bajo las largas pestañas curvadas.

Escrutaba sus rasgos desconocidos, como si intentara encontrar en ellos algún parecido salvador. Pero no había nada ni remotamente similar a Averin. Tenía una frente alta y despejada, pómulos prominentes, nariz recta. Estatura media, figura esbelta, manos delicadas, dedos largos. A pesar de su palidez enfermiza, Julia era hermosa, lo cual no sorprendía en absoluto a Olia.

¿Y por qué habría de sorprenderse? Si hubiera pesado ciento veinte kilos, fuera calva, tuviera una nariz carnosa y grande o, en el peor de los casos, acné, entonces sí que Olia se habría sorprendido enormemente, pero así...

El tío Seriozha había dicho que Julia tenía veinticuatro años y Aniuta tres. Es decir, ella tenía veinte cuando ella y Kostia... No, así no puede ser. ¿Para qué torturarse en vano imaginando a Averin con esta chiquilla? Si no es con esta, será con otra, quizás no tan joven, o tal vez incluso mayor. ¡Quién sabe cuáles son sus gustos! De todas formas, estas otras existieron, existen y existirán, porque ella, Olia, definitivamente no estará entre ellas.

El ánimo se le echó a perder sin remedio. Olia iba a hacer su ronda, regañándose a sí misma por haber montado de nuevo en su alma ese tormento demoledor llamado "Amor por Averin". Ya había intentado ahuyentar los pensamientos sobre él, y hasta había empezado a conseguirlo. ¿Qué había pasado entonces?

Había que pensar en otra cosa, por ejemplo, en Aniutka. Olia ni siquiera contemplaba la posibilidad de que Voloshin no consiguiera el permiso para sacar a la pequeña del hospital los fines de semana. Hoy le tenían que hacer todos los análisis, la habían examinado el neurólogo y el psiquiatra. Y los fines de semana solo quedaba el médico de guardia en el hospital, ¿qué sentido tenía dejar allí a la niña?

Olia leyó el informe: Aniechka estaba en estado de shock. Eso era evidente, no era poca cosa que la niña hubiera visto cómo un coche atropellaba a su madre. Probablemente por eso no hablaba.

Los pequeños de Danka a los tres años parloteaban sin parar. Aunque no se les entendía todo, Nikitka se tragaba las palabras y Nastia cambiaba el orden de las letras. Incluso tuvieron que llevarlos a ambos al logopeda durante un tiempo.

Aniechka pronunciaba las palabras con claridad, articulaba todas las letras. Se podría intentar hacerla hablar, para eso Olia tenía todo un estante de libros infantiles. Cuentos, poesías infantiles y toda clase de tonterías con dibujos del tipo "¿Cómo hace la cabrita?"

Aunque siempre le había intrigado qué pasaba por la cabeza del autor cuando les preguntaba a los niños: "¿Cómo hace el pececito?" Y dónde estaba el editor. En el dibujo el pez solo hacía burbujas, y Olia había llegado hace tiempo a la conclusión de que los autores de libros infantiles eran gente extraña, y los que escribían poesía infantil estaban fuera de toda competencia.

Como aquello de las patas nuevas que el doctor Aibolit le cosió al conejito. La pequeña Olia, como futura cirujana, le preguntó inmediatamente a su padre a quién le había cortado las patas el buen doctor para cosérselas al conejo, dejando a sus dos padres perplejos.

Mamá, desconcertada por el capitán de policía al borde de la histeria, encontró la respuesta y dijo que si las patas eran nuevas, entonces el conejo era de juguete, y las patas nuevas las hacían en la fábrica de juguetes.

Pero a Olia no le satisfizo la respuesta, porque en ninguna parte del libro se especificaba que Aibolit curara juguetes. Y ella sabía con certeza que a los hipopótamos de juguete no les podía doler la barriga porque no tenían ni estómago, ni intestinos, ni siquiera el más insignificante apéndice.

¿Qué decir entonces del clásico prosopagnósico* Humpty Dumpty?** Incluso llamaron a sus padres a la escuela cuando su hija mayor dio una explicación completa sobre el diagnóstico de este personaje durante la clase de literatura.

Olia todavía recuerda la expresión de la profesora de literatura mientras impartía su iluminación a las masas, pronunciando cuidadosamente cada palabra:

— Se produce por una lesión en la región occipital inferior derecha, frecuentemente con propagación del foco a las áreas temporal y parietal adyacentes.

...Voloshin trajo personalmente el documento en el que a Ketler — ¿cuándo cambiaría por fin su apellido? — Olga Mijáilovna, como trabajadora médica del hospital clínico regional, se le permitía llevarse a la menor Vinogradova Anna durante el período de tal a tal fecha. Con el objetivo de estabilizar el estado psicológico de la niña.




Reportar suscripción




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.