Averin estaba vestido con una camisa y jeans, sin vendas ni ataduras, sonreía con amabilidad, y cuando se acercó, Olga se dio cuenta de inmediato de que estaba equivocada. O mejor dicho, ante ella estaba Averin, sólo que no era el mismo, aunque hay que admitir que el parecido era asombroso. Pero lo traicionaban la mirada y, por supuesto, la sonrisa. Este Averin la miraba como si estuviera feliz de verla, y el otro, como si Olga estuviera sentada desnuda frente a él.
— Hola, usted es Olga Mijailovna Ketler, ¿verdad?
Olga, ya por costumbre, se estremeció y se preguntó por qué demonios seguía siendo Ketler, si ella y Bogdan se divorciaron hace ya seis meses. Y se separaron mucho antes. No debería haber escuchado a nadie y no haber tomado su apellido después de registrar el matrimonio. Y eso que la intuición se lo gritaba...
Los ojos negros miraban con una expectativa educada, y ella volvió en sí.
— Sí, soy yo, encantada de conocerle, Klim Markovich*.
Las conocidas cejas negras se elevaron en una pregunta muda, y Olga se apresuró a explicar:
— Usted se parece mucho a su hermano, y sus datos están en la historia clínica.
— Bueno, gracias a Dios, ya pensaba que usted era telépata, — se rió Klim Markovich. Un joven muy agradable, a diferencia de ... — Él es mi tío.
— ¿Tío?
— Sí, Kostya no es mi hermano, sino mi tío, pero tenemos una diferencia de edad de doce años, así que nos toman por hermanos, — explicó el joven Averin. — ¿Entonces usted es su médico de cabecera?
— Sí, y voy a examinarlo. ¿Me acompaña o ya se va?
— Pensaba irme. Pero estaría muy agradecido si me cuenta de la situación real, porque él, — Klim indicó con la cabeza hacia la sala — ya se está preparando para el alta. ¿Kostya ya tuvo tiempo de contarle el cuento de su capacidad de regeneración extraordinaria?
— Ya tiene harto a todo el mundo aquí, — dijo Olga haciendo una mueca, — ya lo sabe hasta el personal de la limpieza.
Ella trató de describir brevemente el estado del Averin mayor, ¡vaya, no hermanos, sino tío y sobrino, ¡y como se parecen!; y una vez más se sorprendió de lo mucho que las emociones y las expresiones faciales pueden hacer que caras casi idénticas sean diferentes. Klim se despidió y se dirigió a la salida del departamento cuando ella, de todas maneras se decidió y lo llamó.
— Klim Markovich, — él se dio la vuelta. — ¿Cómo usted me reconoció?
— Kostya me dijo que su médico de cabecera es la chica más hermosa del Departamento. Y resultó tener toda la razón, — Klim sonrió, y Olga tampoco pudo contener la sonrisa. Bueno, ¡qué joven tan agradable, no se parece en nada a su tío sarcástico y descarado!
Ella entró en la habitación, preguntándose si sus mejillas estaban demasiado rojas, porque parecía que no solo estaban ardiendo, ¡estaban quemándose! Y lo primero que oyó fue el descontento de Averin:
— ¿Dónde estabas deambulando otra vez? Ya el pase de visita comenzó, vagabunda.
— Estaba conversando con su sobrino, — dijo Olga, con una expresión impasible, se acercó a la cama de Averin y se detuvo a una distancia segura.
— ¿Sí? ¿Y qué le pareció Klim?
— Estoy encantada.
—Está casado, — advirtió averin, — profundamente y felizmente casado. Está perdidamente enamorado de su esposa y los sentimientos son mutuos.
— Es una lástima. Me encanta este tipo de hombres.
— ¿Y por qué mi tipo no te gusta?
— No me gustan los desvergonzados.
— Y a mí me gustan las desvergonzadas, especialmente con unos ojazos así tan descarados.
Olga no se dio cuenta como se acercó peligrosamente a la cama, unas manos como tenazas metálicas la agarraron y la sentarón directamente sobre la... Bueno, más bajo que el abdomen.
— ¿Estás loco? Se te van a zafar los puntos, —siseó tratando de escabullirse.
— ¿Me diste puntos ahí también?, — Averin levantó las cejas — Entonces hay que revisarlos y darles tratamiento urgentemente.
— Me estás subestimando. Primero lo amputaría todo, — Olga intentó apartar los dedos que se habían atornillado a sus muslos, pero sólo se sofocó, era imposible moverlos, — Y lo cosería de tal manera que ninguna regeneración podría salvarte.
— Es una tontería cortar la rama en la que estás sentada, — comentó Averin, — y también falta de previsión.