Miа por una noche

Capítulo 12

Tras asegurarse de que tampoco había guardias en la entrada del departamento, Olga no dudó más. Tenía que despertar a Averin; la sensación de inquietud iba en aumento y amenazaba con convertirse en un verdadero pánico, así que se apresuró.

Con paso rápido, entró en la habitación y... un pequeño impulso y su espalda chocó contra la pared, Olga solo pudo chillar. Y luego sintió con sus labios un suspiro aliviado.

— ¿Eres tú... Qué haces aquí de noche?

— Kostya, — del miedo, se le doblaron las rodillas, se habría caído si Averin no la hubiera apoyado, —las guardias de seguridad desaparecieron.

— Lo sé, — le susurró esta vez al oído, — ya llamé a Klim.

— ¿No a Andrei Grigorievich?, — le preguntó sorprendida.

— No, — Averin continuaba sosteniéndola, — los guardias son hombres de Savelyev. ¿Qué garantía tengo de que no fue él quien los retiró?

— ¿Qué hacer, Kostya?, — ella estaba temblando y él lo sintió.

— Ayúdame a esconderme, Olga. No tenemos mucho tiempo, ellos ya deben estar aquí.

Olga decidió no preguntar quiénes son "ellos". Claramente, no son " los nuestros".

— Vamos, lo arrastró, — para empezar, tienes que cambiarte de ropa.

Miró al pasillo, nadie. Tiró de Averin, intentando no mirar su pecho desnudo con un remiendo de gasa. En la sala de médicos corrió al armario y sacó el traje quirúrgico de Alexei.

Averin era más alto y más poderoso, pero los trajes no se cosían para que quedaran ajustados. Se vistió rápidamente, Olga le puso un gorro quirúrgico en la cabeza y se quedó petrificada. Se oían pasos desde el pasillo, y Kostya la atrajo hacia sí y también escuchó.

Cerraron la puerta, ¡pero la cerradura es endeble! Los pasos resonaron por todo el pasillo, "ellos" habían entrado en la habitación, y luego se oyeron muy cercanos. Averin empujó a Olga a la mesa.

— Olga, — le susurró al oído, — Olga, ayúdame, cariño. Imaginemos cómo lo haremos, en su momento, ¿está bien? Debe funcionar, cuando Klim lo hizo funcionó.

La última frase claramente no iba dirigida a ella, sino al universo. Se inclinó sobre Olga, respirando profundamente, y presionó sobre la mesa. La mesa crujió, Averin gimió — con mucha naturalidad, por cierto, — y luego le susurró al oído:

— Bueno, vamos ¿o es que no sientes pena si echan a perder tu trabajo? ¡Ellos no vinieron a admirarme, Olga!

Y ella gimió asustada. Con un poco de esfuerzo, podría pasar por un sollozo sensual. Averin negó con la cabeza y luego la levantó por la cintura, sentándola en la mesa y la besó en los labios

Parecía una locura. Empujaba la mesa con la mano mientras seguía, solamente con los labios, sacándole sonidos dignos de un doblaje profesional para una película porno. La segunda mano la sostenía firmemente por la cadera, y él mismo presionaba desde arriba, emitiendo gemidos sordos.

 — En la sala de los médicos alguien está follando, — se escuchó desde detrás de la puerta una voz baja, — están como locos estos medicuchos. ¿Y si alguien muere?

— Déjame ver, — respondió uno de los interlocutores invisibles, y Olga escuchó un chasquido.

Del susto se pegó más fuerte a Averin, lo envolvió con las piernas, y se alegró de no haberse acobardado esta vez, de haber escuchado a este sabio hombre y haberse puesto medias. Dio un gemido con ronquera en la exhalación y con vibración. Un buen gemido, casi natural. A través de los párpados semicerrados vio surgir un rostro desconocido en la puerta y comenzó a moverse con entusiasmo.

— La madre que te parió, — maldijo el intruso y cerró la puerta desde fuera.

Los pasos se alejaron, ambos se quedaron quietos, respirándose en los labios, y luego Averin dijo entre dientes:

— Sí, Olga. ¡Mierda! Estuve a punto de terminar.

Entonces ella rodeó su cuello y lloró en silencio.




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