Hogar de los Taylor/ 25 de Diciembre. 00:45 H
Michelle veía con atención el techo, sus ojos estaban fijos observando la pureza blanca del concreto pero su mente se encontraba en la sala, imaginando todos los juguetes que recibiría en la mañana. Esperaba emocionada los regalos que la esperarían debajo del árbol en la mañana, por supuesto que todos serían de ella al ser hija única, aunque a veces se sentía sola al no poder jugar con alguien más (Sara estudiaba en la tarde y ella en la mañana, solo los fines de semana podían juntarse), pero navidad recompensaba todo, esos regalos solo los disfrutaría ella. ¿Qué podía darle Santa esta navidad? Los patines negro con blanco que “daban mayor velocidad y equilibrio” según la propaganda que los anunciaba, podría ser una cocinita que la deseaba desde la navidad pasada, el libro de It, de Stephen King, que tanto deseaba o quizás sería la última Barbie que salió... ¡Traía nuevos accesorios junto a ella!, no sabía con certeza que le darían pero esperaba que sea algo de su lista de regalos que le había escrito hace pocos días, donde finalizaba con un mensaje que decía: “Te tendremos leche y galletas con chispas de chocolates que mama horneará esa noche, ella es la mejor haciendo galletas en toda la ciudad”, sabía que con eso llamaría su atención.
Aun cuando estaba concentrada en su imaginación sobre los regalos que recibiría escucho un diminuto ruido en la parte baja de su casa. Pudo ser el fuerte viento golpeando la puerta trasera… No estaba segura pero ese sonido la desconcentró de sus dichosos regalos imaginarios. No tardó mucho en llegar a la conclusión de que podría haber llegado el momento, era un poco temprano para que llegue pero quizás este año tendría que hacer más entregas y su casa fue una de las primeras. Sus labios dibujaban una sonrisa encantadora, la pequeña niña estallaba de la emoción al saber que Santa había llegado a dejarle sus regalos. ¿Había venido con sus renos? ¿Qué tan grande sería su bolsa de regalos? ¿Qué tan gordo sería él?, las preguntas inundaban su mente y la felicidad irradiaba su ser. Por su mente una voz juguetona le susurró “¿Y si bajamos a verlo?”, otra voz más seria respondió “No, no es lo correcto, mamá dijo que no hablemos con desconocidos, aun si ese desconocido sea Santa”, “¿Qué podría pasar? Es Santa, trae algo que es tuyo, si es tuyo ¿Por qué estaría mal?”. Después de esa pregunta las dos voces se ocultaron en alguna parte de su cabeza, una parecía tener razón y la otra no le refutó, eso le bastaba para hacer lo que había dicho la voz juguetona.
Sacó la colcha que estaba encima de su cuerpo con suavidad, como si estuviera llena de campanillas y el mínimo movimiento podría hacer que choquen causando ruido enorme que llegue hasta el cuarto de sus padres, o aun peor, llegue hasta donde Santa, eso podría asustarlo y escapar. Logró estar destapada, se sentó sobre su cama, sus pies tocaron el suelo de madera, su corazón comenzó a latir a un ritmo acelerado cuando escucho unos pasos subiendo la escalera, iba con lentitud pero con grandes pasos. Por un momento aquella entidad se posó del otro lado de la puerta de la habitación de Michelle, las sombras de sus zapatos se veían por el pequeño espacio que había debajo de la puerta blanca y con flores lilas, en ningún momento trato de entrar o por lo menos la niña no se percató de eso, el pomo jamás giró y aunque lo hubiera intentado se habría antepuesto el seguro, pero él jamás intento entrar. Solo fueron segundos que aquel hombre, que lo vio por primera vez el año pasado en el centro comercial de Dadivan con su gran traje rojo, su barba blanca y sus botas negras, se paró en frente de su puerta pero para ella habían pasado varios minutos. Su cuerpo se había quedado paralizado al observar la sombra, jamás creyó que Santa llegara casi hasta entrar a su habitación, “¿Quizás le quería dejar los regalos en su cuarto?”, volvió la voz juguetona a salir de la oscuridad de su mente. Jamás había escuchado sobre Santa entrando a una habitación de algún niño o subiendo hasta su cuarto para darle regalos, jamás había escuchado que santa pasara de la sala, de sus galletas y de su leche. “¿Quizás tu eres especial?”, la voz juguetona no se detenía dentro de su mente, trataba de encontrar una razón para todo pero no lograba encontrarle sentido a lo que sucedía al otro lado de su habitación.
La sombra se alejó, Michelle no notó para que lugar pero se alejó, su corazón bajó su ritmo cardiaco y se dijo tonta por llegar a tener tanto miedo. Santa solo tuvo que subir a revisar que todos estén dormidos para comer las galletas y tomar la leche, después dejaría los regalos y se iría. Volvió a acostarse, esta vez sin arroparse, cerró los ojos y trató de dormir, en la mañana jugaría con todos los regalos que Santa le habría dejado.