Michelle y el templo inca

2

Matemática, la eterna y aburrida materia que odiamos la mayoría de las personas, pero que aún así son las raíces de casi todo. Odiosa y necesaria.
Sentía que sus horas me consumían y me arrastraban a un sin fin de tortura interna.
Aunque no era tan difícil, al menos para mí, que intento mantener ese promedio alto para seguir con mi beca. Para mí suerte y desgracia, mis padres me exigen y alientan a estudiar y a obtener las mejores calificaciones.
Miré a Elizabeth para saber qué hacía. Su cabeza descansaba en su mano derecha mientras veía la pizarrón con desentendimiento y desinterés.
A Eli se le dificultaba en todo sentido la materia. Siempre dice: "Todo iba bien con la matemática hasta que aparecieron las letras. Además, ¿para qué demonios voy a querer saber multiplicar polinomios? ¿Los necesitaré para cuando intenten robarme? Es absurdo, innecesario, inútil y solo me provoca dolores de cabeza". Tan característico de ella.

—Eli, Eli —la llamé en susurros para obtener su atención, ella me miró discreta—. Sí sabes en qué salón están ¿verdad?

Guardó silencio.

—Eli —insistí algo irritada—. ¿Sabes en dónde están, sí o no?

—No —dijo bajó, como si estuviera revelando un secreto íntimo—. Pero puedo averiguar —se atajó rápidamente.

—¡Ay, Eli!

Debimos esperar a que pasara la tortuosa hora, mientras tanto, terminábamos con el inentendible deber. Se trataba de calcular los volúmenes y áreas geometricas. Difícil y aburrido, lo sé.

El angelical y salvador sonido del timbre nos avisó que la condena acabó. Apenas lo escuché me apresuré en guardar todo.

—Date prisa, Eli —dije tomando mi mochila—. No va a pasar mucho tiempo antes de que alguien más se les tire encima.

—Ya voy —dijo de forma mecánica, nunca la vi tan concentrada—. Solo me faltan unos números —continuó escribiendo.

—Después te ayudo, debemos ir ahora —le insisití impaciente. Y eso que la emocionada era ella.

—Sí, ya sé, pero solo me falta esto y listo —también insistió—. Por favor, Mimi.

—Ash —dije en un suspiro y me rendí—. Está bien, pero apúrate que no tenemos mucho tiempo —. Crucé mis brazos.

—¡Ya terminé! —exclamó feliz.

—¡Al fin!

—¿Lo ves, Mimi? —. Me mostró su hoja—. Me faltaba poco.

—Lo admito, tenías razón. Pero eso sólo provocó que perdiéramos el tiempo. Si nos apuramos ahora, quizás lleguemos justo.

Apenas estábamos en el pasillo, comenzamos a buscarlos. Con tantas personas no podíamos ver nada y eso nos dificultaba poder encontrarlos.
Teníamos que apurarnos, antes de que más gente, de la que ya tienen, se les amontone arriba de ellos. Pero mala era nuestra suerte y no lográramos divisamos. Ambas suspiramos, creo que ya habíamos pasado la mitad de nuestro descanso sin tener éxito.
Le dije que nos fuéramos, que podríamos buscarlos en la salida, sería más fácil ya que la mayoría se iría. De ese modo, ya no sería un problema. Rendidas y molestas, caminamos para disfrutar el poco tiempo que nos quedaba antes de volver a clases.

—¡Mimi! ¡Allá los veo! ¡Son ellos! —dijo alegre y me detuvo sosteniéndome el brazo izquierdo mientras señalaba a la distancia.

—¿Qué? ¿En serio? —. Miré hacia la dirección en la que su índice apuntaba. Estaban ellos allí, despidiendose de un grupo de personas—. ¡Sí, son! Vamos, es nuestra oportunidad —. Me encaminé, pero sentí un fuerte tironeo en mi brazo, a veces me preginton de dónde saca esa fuerza.

—Espera —dijo suave, contrastando con la brutalidad de su accionar.

—¿Qué sucede? —pregunté confundida, hoy era un día lleno de confusiones.

—¿Qué les diremos cuando los veamos? Dudo que decirles que los conocemos por sus padres, sería monótono para ellos —dijo precavida.

—Bueno, primero que nada diremos "Hola" y nos presentaremos —dije obvia.

—¿Luego? —preguntó dudosa.

—Luego de que ellos se presenten, les diremos que sus apellidos nos parecen conocido, no que conocemos a sus padres. Cuando nos digan quiénes son, saldrá ese tema a la conversación y luego hablaremos de nosotros —expliqué tranquila.

—De acuerdo.

Una vez que practicamos unos segundos, nos acercamos.

—Hola —dijimos al unísono.

—Hola —dijo amablemente uno de ellos.

—¿Qué tal? —dijo él otro.

—Soy Michelle Apumayta y ella es Elizabeth Romero —dije presentándonos.

—Un gusto conocerlos —saludó ella.

—El placer es nuestro. Me llamo Timothy Ventura y él es mi hermano mellizo, Thomas Laport —dijo el más rubio de los dos.

—Es un gusto —saludó Thomas de forma amistosa—. ¿Qué les trae por aquí?

Esa pregunta nos puso nerviosas, la verdad no sabíamos qué decirles. Creímos que se iban a presentar y eso nos daría tiempo para hablar sobre sus apellidos, pero nos sorprendieron con eso.

—Bueno, queríamos darles la bienvenida —dijo Elizabeth, sin saber qué más decir.

—De acuerdo, entonces gracias por recibirnos —habló Timothy, algo incómodo. Eso se notaba en el ambiente.

Estaban a punto de irse, pero sabía que quedamos como dos tontas. Es decir, ¿cuántos ya le habrán dado la bienvenida? Eso era lógico y debía ser tedioso para ellos tener que agradecer una y otra vez solo por sus padres. Quedamos como dos interesadas que no sabían qué más decir, o como dos "fans" que solo querían saludar por su fama. No queríamos dar esa impresión, que éramos dos molestas chicas que conocían a sus padres, que eso es verdad, y solo buscaban acercarse a sus ídolos por medio de ellos. El momento fue incómodo, ellos ya debieron pensar eso de nosotras y no queríamos arruinarlo. Dos randoms apareciendo de la nada solo para cruzar palabras comunes y obvias, mirarlos como si fueran los últimos hombres en el mundo y luego callarse por completo sin siquiera preguntar cómo estaban, es lo más estúpido, odioso e incómodo que haya podido pasar. Nos pasó. ¡Horrible!
Quería decir más, pero ninguna palabra me salía, un nudo en la garganta me oprimía y me dejaba sin habla. Debíamos arreglarlo, como fuera, pero debíamos enmendar nuestro error e intentar socializar como personas normales, cosa que creo no somos.
Desesperada y sin saber, una brillante idea cruzó por mi cabeza, un recordatorio salvador. Nuestro club de misterios, mini club mejor dicho. Era un club que ella y yo teníamos, nada ostentoso, sencillo y entretenido. En él, buscamos casos para investigar. Nos gusta y disfrutamos hacerlo. Así que pensé "Si el trabajo de sus padres se relaciona con los misterios, entonces les interesará".
En el club solo estamos Eli y yo, no lo compartimos con nadie, es propio.
Cuando reaccioné, ellos ya estaban caminando a lo lejos. No tuve opción, y como si me creyera Flash, corrí hacia su dirección.




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