Corría sin más no poder por los pasillos, cuando esa bestia fetida se abalanzó sobre mi.
Salió de un puerta, que no había notado, pero ¿como lo iba a notar, si por la adrenalina que generaba mi cuerpo al correr por las escaleras, para llegar al decimo piso huyendo de una horda de bestias caníbales, no veía nada más que no fuera esa puerta en el techo de último y aparentemente solitario piso que me llevaría a la azotea?
La bestia salió sorpresivamente, lanzándome al suelo y mordiendo mi cuello. Sentí como clavaba sus asquerosos dientes sobre mi, donde se supone se encuentra mi yugular, - el dolor fue intenso - para luego arrancar el pedazo de mi carne y masticar generando sonidos glaturales algo obscenos.
En cuestión de segundos sentí como mi sangre se derramaba por aquel sucio suelo y yo me ahogaba con mi propia sangre, mientras esa bestia alzaba sus voz dando gritos de victoria, teniendo aún un trozo de mi carne en su boca.