Micro relatos de terror.

3. Al acecho.


He hecho esto más de un millón de veces. La verdad es que ya perdí la cuenta. 

Cada noche salgo a alimentarme, los que son como yo, lo hacen de animales. Es una norma que se acordó hace más de docientos años. 

Todo, para hacer creer a los humanos que ya no existimos, que solo somos productos de su inventiva imaginación y de ridículos títulos literarios. 

Pero como yo, algunos están aburridos y asqueados de ingerir la sangre de animales sin razocineo, ni alma. Como yo, quieren saborear y deleitarse con la sangre viva y llena de ideas mundanas de los humanos. Al final, ellos no son más que animales, —con razonamiento— pero animales. 

Cada noche, envuelvo a mi víctima entre mis brazos mientras bebo directamente de sus venas, su sangre, mi anhelado y nutritivo alimento. Solo son comida, una comida que con sus inventos corrompen la tierra. 

Esta noche, espero como todas las noches ante las sombras, a la espera de algún incauto mortal. Los jóvenes siempre son los más faciles, con sus libertinajes y la vana creencia de que conocen mejor que nadie al mundo. 

Yo solo espero entre las sombras, los observo, estudio cada uno de sus errantes movimientos, asecho a mi presas y cuando alguna se separa del grupo, atacó y las mato. 

Aquí estoy como cada noche, ahí está la víctima que se separa de la vida con camino a la muerte. Es hermosa, demasiado bella. 

Nunca había encontrado entre las mortales tal belleza. 

Su cabello amarillo como el sol de un caluroso día de verano. 

Su piel, tan blanca como la leche.

Esa sonrisa tan llena de vida me hace sentir un mortal y tiene unos encantadores ojos verdes que me dejan pensativo de lo que voy hacer. 

En más de quinientos años de vida no había encontrado en ningún rincón del mundo tal belleza. 

Una belleza que despierta en mi los deseos más vanales que he podido sentir en más de cien años. Quisiera poseerla y convertirla en mi acompañante eterna. 

Ahí está, solitaria, camino a su casa. Sola en estas oscuras calles, sin idea de que un demonio la observa. 

Aquí estoy, debatiendome entre hacerla mía, dejarla ir o comer. 

Esta noche me ha traído deseos y pensamientos que ya hace mucho no tenía, esta noche es distinta ¿que he de hacer? 

He ahí mi amada, he ahí lo más hermoso que he visto en cientos de años.

Me acerco sin que ella lo note.

Cuando esta lo suficientemente cerca, me lanzo sobre ella a la velocidad del viento y como lo haría cualquier bestia sobre su presa. 

La tomo con fuerza por los hombros en cuestión de segundos, a ella no le da tiempo ni de gritar, pero logra voltear la mirada y verme a los ojos. 

Sus ojos verdes, radiantes y hermosos, se llenan de miedo y asombro. Aun su mente no capta lo que sucede, esta sorprendida, sin aun saber lo que pasa o le espera. 

En ese correr de los segundo, clavo mis colmillos sobre su hermoso, blanco y delicado cuello, puedo sentir la suavidad de su piel en mis labios, puedo sentir el sabor dulzón de su sangre, puedo escuchar los latidos de su acelerado corazón palpitar, enviado con cada bombeo hacia mi boca su deliciosa sangre. 

Veo, como una lágrima sale de sus hermosos ojos verdes esmeralda.

Siento como su corazón va desacelerando poco a poco hasta detenerse, siento como su vida y sus fuerzas se desvanecen, mientras le arranco la vida. 

¿Pues, que son los humanos sino simplemente un bulto de carne animal que transporta alimentos? 

He hecho esto más de un millón de veces. La verdad es que ya perdí la cuenta. 

Cada noche salgo a alimentarme, solo que ahora, lo hago con mi hermosa compañera. 



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En el texto hay: terror, terror y suspenso, cuentos cortos

Editado: 16.11.2020

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