Al volar el alcatraz se siente vivo. Planea estático contra el viento y desde ahí observa el mar y al alimento que lo espera; cuando ve la oportunidad, cambia de dirección y apunta al agua tras su presa. Se sentía Rey de su isla, no tiene depredadores, su especie es mayoría y no dejan que otro tipo de ave se acerque a buscar alimento. Cuando llegó un pesquero su mundo se trastocó; había escuchado del hombre, pero con él venía un ser extraño, cuadrúpedo, peludo, más grande que las ratas que a veces se comían los huevos de las aves. La curiosidad fue tanta que se acercó a él para verlo mejor; al poner patas en tierra, el animal se le abalanzó y le clavo los dientes en el pescuezo, para el delirio de los pescadores que celebraron la habilidad de cazador, tal era el nombre del perro, y para el estupor de los alcatraces que entendieron que ya no eran los amos de la pequeña isla