Microcuentos de terror

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Tumbado en la cama sobre mi hombro derecho me pregunto por qué desperté inquieto.

Entonces lo veo: el rostro macilento y sin vida de mi esposa me observa desde el otro catre. Un escalofrío recorre mi espalda.

Me levanto y lo cubro con la sábana que se corrió.

No puedo quemarla dentro y el gobierno nos prohíbe salir de la habitación. Así que allí está, acompañándome aún en la muerte.




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