Microcuentos de terror

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El hombre miró de reojo a la hermosa mujer. Allí estaba, radiante: silenciosa y fría como témpano.

«Es hermosa», pensó. Quería acercase. La deseaba.

Se armó de valor. La miró de frente. La mujer, sentada contra la pared, continuó imperturbable. No lo veía.

Llegó hasta ella. La deseaba. La necesitaba. Sacó una navaja y empezó a cortar. La mujer había muerto la noche anterior y no había otra fuente de comida.




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