Microcuentos de terror

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El bebé tomó el dedo de mi esposa, jugó con él y se lo llevó a la boca. Mi mujer lloraba de felicidad.

—¡Oh, gracias! —dijo entre sollozos.

—¡Feliz día de las madres! —le respondí.

Y pensar que, de no haber asesinado a los antiguos padres del niño, el pequeño no estaría allí, llenado el vacío de madre que mi esposa sufría desde que los médicos la diagnosticaron estéril.




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