Microcuentos de terror

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Nuestro primo vino de visita y de inmediato notamos algo raro en él. Entró sin llamar y no nos saludó como tenía por costumbre. Se sentó en el sofá, frente a nosotros, y nos ignoró. Luego se incorporó y recorrió la casa como buscando algo. Me acerqué para preguntarle por qué nos ignoraba y le toqué el hombro. Sufrió un escalofrío y se alejó de mi contacto.

—Así que es cierto —dijo—, todavía siguen aquí.

Sí, aquí seguimos. Y seguiremos quién sabe durante cuánto tiempo. Nadie nos ha dicho cómo cruzar el umbral.




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