Microcuentos de terror

115

El hombre abrió el refrigerador y retrocedió un paso, asustado por la visión de la cabeza de su esposa.

—Yo no fui —dijo.

Todos en su familia se miraron, culpables y atemorizados. Nadie dijo una palabra hasta que el pequeño Timmy alzó su flacucho brazo.

—Fuimos mi hermanita y yo —confesó—. Nosotros nos comimos el brazo que quedaba de mamá.

Los adultos se miraron. En su mirada había miedo y resignación. Había llegado el momento de echar suertes otra vez. Alguien tenía que sacrificarse para que el resto de la familia continuara sobreviviendo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.