Microcuentos de terror

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Llevaba horas sentado frente a la computadora, sin embargo, tanto la hoja de Word como mi mente continuaban en blanco. No llegaba ninguna buena idea para otra historia.

De pronto el aire rieló a mi espalda y percibí una presencia oscura y maligna.

—Nada nuevo ¿eh? —susurró el demonio con su gélida voz—. Ya sabes qué hacer.

—Lo sé —respondí.

Empecé a pensar en mis amistades. ¿A quién sacrificaría para que las grandes ideas volvieran?




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