Microcuentos de terror

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La mujer fregaba platos cuando vio los ojos, azules, mirarla desde el patio. Un plato escapó de sus manos por el sobresalto y se hizo añicos.

—¿Cariño? —preguntó.

Pero los ojos ya no estaban, habían desaparecido en un parpadeo.

—¿Mamá? —dijo la voz de un niño a sus espaldas.

La mujer se volvió y soltó un alarido. Su hijo avanzaba a tientas, dos agujeros negros en lugar de ojos, y lágrimas de sangre surcando sus mejillas.

—Mamá —repitió el niño—. Mis ojos. Alguien robó mis ojos. 




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