Microcuentos de terror

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El acto era sencillo. Llegó hasta donde su hermanito dormía la siesta y clavó el cuchillo en su pecho. La sangre empezó a manar y, su hermanito, a convulsionar.

No le preocupó. Extendió la manta y lo cubrió; recitó las palabras cabalísticas y procedió a retirar la manta con gesto teatral.

La sangre seguía manando; sin embargo, el pequeño se había quedado inmóvil. Fue cuando llegó la madre y empezó a gritar.

—No sé… no sé qué falló —farfulló el aprendiz de mago—. En la tele el niño se levantaba sonriendo.   




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