Microcuentos de terror

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Escuchamos el grito de auxilio en el lugar menos sospechado: la mitad del bosque.

Corrimos hasta ubicar su procedencia: un viejo pozo artesanal.

Llevábamos cuerda y la dejamos caer al infortunado de allá abajo. En cuanto dijo estar listo, nos pusimos a tirar.

Asomó una cabeza de hombre y nos congratulamos por el feliz rescate.

—Ayudadme —suplicó el hombre—. Por favor, salvadme. Había algo allá abajo.

Nos acercamos al borde y lo terminamos de subir. Fue cuando nos dimos cuenta con espanto que el hombre solo era torso: no había extremidades inferiores, excepto vísceras y girones de carne. 




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