Microcuentos de terror

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El día era soleado, pero el buque que se acercaba a la playa estaba envuelto en neblina. Se acercó con parsimonia, casi teatralmente, y al llegar a la altura de los bañistas, se desintegró. De sus bodegas salieron miles de alimañas y la gente empezó a gritar y a morir.

Yo me sentí el guardavidas más inútil desde la seguridad de mi torre.

Los gritos se confundieron con el ruido de mi despertador y me descubrí asustado y sudoroso en mi habitación.

En el exterior, el día prometía mucho sol.

Ese día empezaba a trabajar como guardavidas.




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