Microcuentos de terror

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Desperté y estaba recostado en una superficie lisa y dura, envuelto en oscuridad. ¿Dónde me encontraba?

Me incorporé y golpeé el techo con la frente. A tientas, cada vez más desesperado, recorrí la forma de la reducida estructura en que me encontraba. Era pequeñísima, un cubo de no más de un metro cuadrado.

Aterrorizado, comprendí que habían cumplido su amenaza: la única manera de que dejara de escaparme era encerrándome en una celda estrecha.




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