Microcuentos de terror

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Vislumbré a la joven, que llevaba una semana desaparecida, tras unos matorrales.

Como parte del equipo de búsqueda, sentí la emoción martillear en el pecho. La llamé, y ella se echó a correr. Fui en pos de su estela, mientras le gritaba que se detuviera, que era un amigo.

En ningún momento se volvió ni se detuvo, y la persecución se prolongó horas. Fue al llegar al borde de un acantilado que comprendí porqué parecía flotar y las ramas no se enganchaban a sus ropas: allá abajo, su cuerpo estampado contra las rocas del fondo, llevaba siete días esperando ser hallado.




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