Microcuentos de terror

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Conducía por la carretera del acantilado cuando una camioneta se apareó a mi izquierda. De pronto, me golpeó de costado y mi coche se acercó peligrosamente al abismo. Asustado me volví para increpar al conductor. ¡Dios mío! No había nadie al timón, que giraba, giraba… y la camioneta obedecía.

Mientras caía, tuve una imagen completa de la camioneta: roja, totalmente destrozada, tan destrozada que parecía imposible que pudiera rodar. Pero rodaba, recordándome con su bamboleo a un cojo.

Antes de llegar al fondo la recordé: era la camioneta del conductor que días atrás me pedía ayuda.




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