Microcuentos de terror

175

La casa no era vieja, era viejísima y se caía a pedazos. El alcalde había decretado su demolición. El único inquilino era reacio a abandonarla, hasta que le dije que en la nueva casa también sería el único.

No tardó mucho en acostumbrarse.

Los que no estaban muy a gusto eran los miembros de la familia que habitaba la casa. Comentaban que por las noches se oían ruidos: grifos que se abrían y cerraban, golpes en las puertas y ventanas, muebles que se arrastraban… En fin, mi amigo haciendo de las suyas, pero no es nada que me preocupe. Después de todo es un fantasma, y por más molesto que sea, todos merecemos un hogar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.