Microcuentos de terror

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Papá cerró la puerta de la habitación desde fuera, haciendo caso omiso a mi llanto y súplicas. Le pedí perdón, prometí que no lo volvería a hacer. Me sonrió con tristeza «No, claro que no lo volverás a hacer» dijo, y procedió a correr los cerrojos.

Poco después empezaron los gritos y disparos. Me eché a llorar al comprender el significado de aquellas últimas palabras. No, claro que no lo volvería a hacer. Me había escabullido, había tecleado la numeración para abrir las gruesas puertas de acero que vedaban el paso al exterior, y había salido corriendo cuando vi a los zombis abalanzarse sobre aquel pequeño rectángulo de luz.




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