Microcuentos de terror

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Me encontraba a la entrada de la cueva cuando vi al grupo de jóvenes penetrar en la gruta. Apenas me fijé en ellos, pero al cabo de un rato, como no volvían, empecé a creer que algo raro ocurría allá dentro.

No le di importancia. Volvieron más tarde y algo en sus rostros me indicó que habían sufrido algún sobresalto.

Entonces me fijé en uno, más serio, más calmo, pero cuyos ojos absorbían todo a su alrededor. La impresión me paralizó, cuando quise seguirle ya estaban fuera, y hasta allá no podía ir yo.

¡No pude preguntarle a mi congénere qué había hecho para usurpar el cuerpo de aquel muchacho!




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