Microcuentos de terror

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Siempre fui un chico de frágil salud. Enfermaba a menudo y muchas veces creí que iba a morir de tan atroces dolores de cabeza y pecho que me asaltaban. Solía perder el conocimiento, pero al recuperarlo, mi salud se había restaurado.

Mi madre decía que su amor me devolvía las fuerzas, y así era, lo afirmo con mi último aliento antes de expirar.

Muchos opinan lo contrario, aseguran que la silla eléctrica es un justo castigo.

Verán, resulta que nací enfermo y tendría que haber muerto siendo un bebé, pero llegué a los quince años, gracias a los niños que sacrificó a un dios que nunca nombró en público.




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