Microcuentos de terror

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Ahí estaba, por fin, en la mítica sala del hermético golfista que durante los últimos años había arrasado en cuanto torneo participaba. Un golfista antes desconocido y que nunca permitía que otra persona tocase sus preciados palos. Incluso se servía a sí mismo de caddie.

El periodista creía que ahí residía el secreto.

Su objetivo en aquella sala era hurtar uno de los palos y someterlo a un estudio. Así que cogió el primero al alcance. Lo dejó caer al instante, pues el palo, asunto del demonio, se había transformado en un fémur humano. El siguiente se convirtió en una tibia, y el otro parecía ser un peroné.

El periodista ahogó un grito de espanto. En la sala había cientos, acaso miles de palos de golf.




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