El Capitán Quintero llegó al puesto fronterizo. Era la primera vez que salía de la ciudad. Estaba en la selva a 16 horas de la capital. Quintero llego poniendo orden, la que más afectó fue la que dio sobre que ya no habría contacto entre soldados y la población. Pero una viejita acostumbrada a comer en el puesto con los soldados y ha ayudarlos en diversas tareas domésticas, no se había enterado de esos cambios. Quintero la corrió del puesto a empujones ante el asombro de todos. La viejita al salir, lo maldijo en su lengua indígena y en castellano, además le hizo unas señas un tanto extrañas con la mano. El Capitán no le prestó atención, pero dentro de sí creció un temor. No durmió en 7 días. Una noche vio una mujer arrojando sal al puesto, otra era un ave inmensa, parecida a la viejita, sobre su techo, escuchaba voces sobre todo cuando entraba a su habitación. Estaba paranoico. Incremento las guardias y nadie durmió más, trajo curas, pastores evangélicos y brujos. Sus superiores se enteraron de las decisiones erráticas que tomaba y lo relevaron, internándolo en un sanatorio de la capital. Él se fue feliz, pensó que la distancia le quitaría el embrujo y volvería a dormir