Yo estaba muy feliz con mi vida, tenía una familia numerosa y amorosa, estaba despreocupado, solo me preocupaba que podría tener preparado Dios para mi futuro porque mi base familiar estaba muy bien. De repente, sin previo aviso, de manera repentina, mi hermano sufre un infarto y, para consternación nuestra, muere. El dolor en la familia fue muy grande todos nos llenamos de infelicidad, sentimos que la vida nos cambió, ninguno fue indiferente a ello. Mi padre no soporta la tristeza, para él todos sus hijos eran el pulmón de su existencia, finalmente su agonía existencial culmina seis meses después de la muerte de mi hermano cuando él fallece, a nosotros se nos acrecentó el luto, solo me consuelo pensando que mi padre dejó atrás ese inmenso dolor que quedó impregnado en nuestra casa . Ahí no acabó todo, al año de la muerte de mi hermano, muere mi madre, no quiso dejar solo a mi padre y esta muerte no fue inesperada, todos sabíamos que mi madre estaba viviendo un tiempo prestado. Estaba en cama, no comía, tenía lagunas mentales e incluso ya era habitual que olvidara el rostro de sus hijos. Ya no estoy feliz, ninguno de los que quedamos en la familia somos felices. Ya no creo en un futuro esperanzador. En lo único que creo es en las desgracias vienen todas juntas, de golpe y que en algún momento de nuestras vidas, todos somos susceptibles de convertirnos en el bíblico JOB