El hueco

Iba yo en carretera, manejando, solo. Salí a las 9 de la noche y calculé que ya a las 12 estaría en mi casa. Me gustaba salir de viaje a esa hora porque era fresco el ambiente, constrastando con el infernal calor que hacía durante el dia, aunado a esto, yo no tenía aire acondicionado lo que hacía que viajar durante el día fuese más sacrificado. Otra ventaja de la noche es que el tráfico era escaso lo que me permitía aumentar la velocidad de mi vehículo. El viaje iba muy bien; sin embargo, noté algunos huecos en la vía medio extraños. Parecía que alguien con una pala hubiese cavado en el asfalto, justo en el medio del canal de circulación de los carros. De repente en la soledad del camino, a varios kilómetros de cualquier negocio o vivienda, me conseguí uno de esos inesperados huecos. No pude esquivarlo, caí de lleno en uno de los cauchos y este explotó con el impacto. Como pude maniobré y el carro no derrapó, ni se salió del camino. La adrenalina se me disparó y el instinto de supervivencia se me activó. Comprendí que esos huecos alguien los hacía para provocar accidentes y robar a los viajeros. Decidí avanzar cuanto pudiera con el caucho así; pero, mientras seguía hice maromas para abrir desde adentro del carro la maletero y sacar gato y llave de tuercas. Cuando tuve eso en mano y después de avanzar unos 7 km del huecos, me detuvé y me bajé rápidamente, monté el carro sobre el gato , saque el caucho de repuesto y lo cambié en menos de 2 minutos, parecía un mecánico de formula 1, la adrenalina hizo su trabajo. No me dio chance de montar el caucho malo en el carro, lo deje tirado a un costado de la vía. En lo que arranqué de nuevo la adrenalina fue bajando y el cansancio extremo, el dolor de brazos, piernas y cabeza se apoderó de mi, ademas de la certeza que me habia salvado de la muerte y de que más nunca cometería la locura de viajar de noche