Teniendo Mario 7 años escuchó por primera vez la frase: "Nunca es tarde cuando la dicha llega" en ese momento no entendió su significado. Cuarenta años después creo que por fin, en carne propia, después de todos los avatares de su vida, comprendía la profundidad del mensaje. Y es que Mario se enfrascó durante toda su vida en encajar y complacer; pero no en complacerme a si mismo, sino a los demás. Se graduó en una carrera que le daría bienestar económico y estatus social, pese a que su vocación parecía ser otra; se casó con una mujer bellísima, de cuerpo escultural, que conoció en su trabajo, dejando a un lado a la novia con la que tenía 5 años, la que fue su vecina y como una hija para sus padres. Era notorio que las casas y carros que compraba era para que el resto de sus conocidos observara su ascenso económico. Pero Mario no era feliz, él que desde siempre quiso hijos, no tenía porque su esposa priorizaba el trabajo, su matrimonio lucia uno por conveniencia, a leguas se veia que no había amor, sus amigos de toda la vida ya no estaban en su entorno, sus nuevos amigos eran atraidos por el lujo y los placeres. Para colmo, cierto día, Mario consiguió a su mujer en la cama con su chófer. El mundo se le vino abajo a Mario
El subsecuente divorcio lo dejó casi sin dinero, los problemas maritales lo hicieron tomar muy malas decisiones financieras. Empezó a tomar en exceso. Su castillo de naipes se desmoronó; pero la dicha llegó cuando volvió a sus raíces, se reencontró con amigos que lo aceptaron, su familia le tendió la mano y una buena mujer cruzó por su camino. Mario a los 52 años aprendió que vinimos a esta vida a ser felices y que nunca es tarde cuando la dicha llega