Microrrelatos de una durmiente errante

El dolor de lo finito

   Un día, su noble caballero le entrego una rosa roja para expresar su amor. Ella, nada emocionada, acepto el presente. Su decepcionante rostro incomodó al joven que colocaba un con leche sobre la mesa de aquel cafetín. Él olvidó que las flores no le agradaban, aunque ella nunca le explicó el motivo de tal desprecio. Sin embargo, sonrió dándose cuenta de lo que sucedía y sutilmente, susurró:

   —¡Muchas gracias!

   Pasaron los meses, y el joven más enamorado de su forma de pensar, entendió el dolor que conlleva el querer conserva la hermosura que se desvanece en lo infinito del tiempo.




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