—¿Quieres regresar? —pregunté, atónita, ante su petición. — Yo te entregué los mejores años de mi vida, cuidé de ti antes que a mí. Soñé la eternidad para ambos, permanecí en tus bonanzas y en tus miserias, y moldeé mi alma a tu voluntad, arrancándome el corazón para no sentir y el cerebro para no pensar; y, aun así, ¡me dejaste! Tuve que tocar fondo para entender lo valiosa e importante que soy. ¡Un diamante que el evaluador no supo apreciar! No sabes cuánto me costó levantarme, pero lo hice. Y ahora que solo me necesito a mí, ¿tú quieres regresar?