Todos los días, la gallina ejecutaba su arrogante ritual enfrente de un águila decumbente. Ella abría sus pequeñas alas y le mostraba un corto vuelo que le agotaba, haciéndola retornar a tierra. El águila a causa de sus miedos, comenzó a envidiarle porque antes ella podía volar. No obstante, un día, cansada de soportar humillaciones, extendió sus alas y despegó el vuelo pese al dolor de su ala dispar. No consideró el sufrimiento mientras ascendía hasta que la gallina se volvió diminuta a su vista. Entonces entendió que la gallina era de la tierra y ella pertenecía a las alturas.