Ella sentía que era la última opción de los hombres debido a sus extravagantes y sexis amigas. Estas la aceptaron con su estrabismo y le animaban a mostrarse tal como era, sin usar esos oscuros lentes que cubrían sus esmeraldas. No obstante, un día, una de sus amigas notó su pesar y, aunque pensó que solo lo hacía por compasión, escuchó las palabras que sutilmente pronunció:
—“Eres hermosa como yo, pero el que lo creas o no, depende de ti.
No de mí o de ningún hombre”.
Y desde ese momento, sus esmeraldas brillaron más radiantes que el mismo sol.