Cada día hablo contigo y espero de cada persona que se me acerca y de cada sueño que tengo, tus respuestas a mis peticiones. Y, aunque quiero escuchar tu voz, tu silencio se vuelve mi consuelo. Y puede que por las innumerables fallas con las cuales me revisto, maltrato tu pureza y te alejo de mí. No obstante, sé que no es así, puesto que extiendo mis manos y me entregas mi mayor anhelo y sin tú decir una sola palabra, haces que mire al cielo, llorando, y veo entre las nubes a un anciano con barba, el cual sonríe.