Me encanta ir de cacería al bosque a través de las montañas que cubre el pueblo. Puede que sea algo salvaje e inhumano, pero mi papá me enseñó con el propósito de defenderme de aquellos que pudieran herirme y, aunque al principio me causaba terror, ahora soy toda una profesional. Muchos hombres se asombran de la puntería con la cual ametralló cualquier objeto en cualquier lugar, hasta yo misma me sorprendo a mi edad. No obstante, hoy día, escapo de unos armados y terribles cazadores. Soy la presa, pero no tengo temor, puesto que este bosque es mi segunda casa.