Cada vez que me encuentro estresada, voy a la academia de tiro y libero toda esa carga en cada disparo. Así pues, día con día, en la sala de tiro, me volví una experta. Conseguí tal puntería que disparaba a los puntos vitales sin siquiera míralos. Por supuesto, nunca le dispararía a un civil, incluso si es mi peor enemigo. Solo que ahora, ellos tienen a mi hija en sus brazos y le apuntan a la cabeza y yo tengo un revolver en mi mano con una bala para cada uno de ellos. Tengo miedo, pero sé que no fallaré.