Cada día que estuve en ese hotel, bajaba a la piscina a escuchar música. Allí, fue donde la conocí. Tenía un color pálido en su piel y unos pómulos rosas junto con unos largos y rubios cabellos que la hacían lucir hermosa. Ella me invitaba a bañarme en la piscina, no me gustaba la idea, nunca me gustó. Sin embargo, un jueves por la tarde, acepté su invitación. Y al ingresar en aquel cuadrante acuático junto a ella, hablamos de muchas cosas hasta que, sumergiéndome debajo del agua para lavar mi cabello, pude notar el cuerpo intangible de mi compañera.