Amor. Sí, sabía lo que significaba ese término, pero nunca lo había experimentado por mí misma. Sin embargo, cuando entré por primera vez en la universidad y lo vi por primera vez, supe que me gustaba, ya que cada vez que le veía, sobre todo cuando pasaba por mi lado, me ponía muy nerviosa. Lo que más me gustaba de él aparte de sus preciosos ojos azules y su pelo castaño oscuro rizado, era su gran personalidad, pues aparte de apuesto, era amable, simpático y tenía buen corazón. Pero claro, no sabía si era amor de verdad o un simple enamoramiento pasajero.
Un día, empezamos a hablar y poco a poco nos fuimos haciendo amigos. Unos meses después, cuando estábamos dando un paseo, me confesó que yo le gustaba desde el primer día que me vio en la universidad, pero que no me lo dijo por miedo al rechazo. Sonrojada, le dije que también estaba enamorada de él desde hacía tiempo.
Entonces sonrió y me besó dulcemente en los labios. Me propuso ser su novia y yo acepté. Desde ese día prometimos cuidar uno del otro hasta que la muerte nos separase.