(*) quería reunirse con mis padres al volver de Asturias, ya que esperaba que yo mejorara mi relación con ellos. Yo me abstenía, pero al final no me quedó más remedio. Al menos conseguí que (*) me acompañara
- Pues claro que estás muy bien con (*) – Respondió mi padre – Recuerda que yo te busqué un buen hombre para que te casaras e hicieras algo con tu vida
Fulminé a mi padre con la mirada y le dije con sarcasmo:
No respondí, solo me limité a levantarme de la mesa y salir por la puerta, ignorando todas las miradas y la voz de (*) a mis espaldas
No sé cuanto tiempo tardé en llegar a casa, pero no me importaba. En realidad, no me importaba nada y tampoco tenía ganas de nada. Esa era la sensación que tenía cuando había discutido todas esas veces con mis padres, especialmente con mi padre, que era el más duro conmigo. Me quitaban las ganas de vivir, había sido así toda mi vida. Realmente no les importaba, y siempre me habían subestimado. Era por eso que pensaban que yo era una inútil y por eso me habían casado con (*), aunque en verdad fuese una mentira.
Pero al menos había ganado un aliado en todo esto. Cuando (*) me confesó todo aquello en Asturias, sentí un halo de esperanza, a pesar de haber salido corriendo poco después a causa del beso que le permití darme porque yo también sentía algo por él y no quise admitirlo hasta que volví a la cabaña y después pasó el resto.
Entendía sus intenciones de que yo me reconciliara con mis padres, él había pasado por cosas similares a mí. Durante toda la cena, yo había estado callada y solo hablé cuando (*) me preguntaba algo, o reía cuando él decía algo gracioso. También me cogía de la mano debajo de la mesa para darme apoyo cuando mis padres se dirigían a mí y yo solo les respondía con un simple asentimiento o con una palabra.
Pero lo que él desconocía era que eso de llevarme bien con mis padres era una misión imposible, y que cuando llegó a casa un rato después, de forma definitiva, lo comprendió. Yo me encontraba sentada en la sala de estar cuando él regresó y me dijo:
Alcé una mano para que se callara y negué con la cabeza
Me levanté del sillón donde estaba sentada y cuando me acerqué a él le dije:
Y sin esperar una respuesta, me giré para irme, pero me cogió del brazo y me hizo volverme a él para darme un abrazo