NOTA: El siguiente relato corto tiene un contenido sexual explícito. Si no te gusta este tipo de contenido, no lo leas
No sé en qué momento acabamos de esta manera, en esta posición. Yo arriba y él abajo. Lo único que sé es que antes no me gustaba, pero con el paso del tiempo he sentido una atracción que ni yo misma he sido capaz de explicar. De repente, hemos roto esa barrera que nos separaba. Soy consciente de que hay veces en que la amistad se convierte en amor o incluso en atracción sexual. Tenía en conocimiento de que él estaba colado por mí, pero yo de él no. ¿Y resulta que ahora estamos en mi casa, en mi habitación y cama, enrollándonos como dos adolescentes sin control a pesar de que ya no lo somos? Es increíble.
Estos pensamientos racionales se interrumpen cuando él me agarra del culo para sujetarme. Siento que la respiración se me corta cuando, mis piernas, al estar a horcajadas sobre él, notan su evidente erección y yo suelto un suspiro, haciendo que yo mueva las caderas para sentir más su contacto. Oh mierda, ya no hay vuelta atrás. Lo quiero sentir dentro de mí ya.
Pero antes de que pueda hacer un movimiento más, él me gira de manera en que caigo debajo, boca arriba de la cama. Su boca encuentra la mía de nuevo y nuestras lenguas se encuentran. Cuando nos separamos, nos desnudamos con urgencia y a continuación, su boca vuelve a recorrer mi cuerpo, descendiendo hasta los muslos. Yo abro las piernas por inercia mientras el placer se me acumula en el cuerpo. Su lengua chupa mi clítoris y mi cuerpo tiembla, estallando en un orgasmo. La espalda se me arquea y un grito se me escapa de la garganta y me corro en su boca, todavía temblando y gimiendo, aunque él no se detiene, sino que sigue lamiéndome y chupando, prolongando el orgasmo, hasta que mi cuerpo se rinde, exhausto.
Todavía jadeando, él me mira con esa sonrisa dulce y tímida que siempre le ha caracterizado. Me da un beso y por un momento el silencio nos envuelve.
- Eres increíble - susurra, como si le diera vergüenza admitirlo.
Se incorpora un poco, pero yo le miro, todavía con el corazón a mil – Espera, ahora me toca a mí.
Le empujo suavemente para que quede recostado encima de la cama y al verle así de expuesto, siento que me sonrojo, aunque mi deseo es más mayor que mi vergüenza.
Bajo entre sus piernas y con las manos un poco temblorosas, envuelvo su miembro erecto entre mis dedos. Él suelta un gemido y cierra los ojos, y eso hace que me arme de valor. Me lo meto en la boca, de manera un poco tímida al principio, saboreando un poco la punta. Él se arquea y siento que me pide más. Así que me atrevo a entrármelo todo en la boca, aunque despacio, porque temo hacerlo mal. Pero sus jadeos me dan confianza, así que muevo la boca más deprisa, estimulándolo con más urgencia, disfrutando de tenerlo así.
Gime mi nombre en voz baja, como si le diera vergüenza sonar tan vulnerable. Sin embargo, yo la pierdo, pues deseo verlo así de rendido debajo de mí. No mucho tiempo después, su respiración se vuelve más rápida y se deja ir en mi boca con un gemido, estremeciéndose. Yo trago despacio, con las mejillas ardiendo y, todavía agitados, nos miramos y sonreímos.
Aún agotados, nos quedamos tumbados en la cama, y él, jadeante, me atrae hacia sí y yo me acurruco en su pecho, escuchando cómo late su corazón.
Nos quedamos así durante un rato hasta que dice con la voz todavía ronca:
- No te puedes hacer una idea de cuánto he deseado tenerte así…
Levanto la cabeza para mirarlo y me quedo callada unos segundos, hasta que sonrío nerviosa:
- Lo sé, aunque lo que nunca creía es que yo acabase sintiendo lo mismo por ti.
Él traga saliva, como si se atreviera a confesarse del todo
- Muchas noches me he tocado pensando en ti, imaginando que tú estabas conmigo. Me daba vergüenza pensarlo, pero no lo podía evitar.
Me ruborizo, pero por la intensidad de la revelación, que en lugar de incomodarme, me hace sonreír. Bajo la mirada y le confieso:
- Entonces estamos igual, porque yo también lo he hecho.
Él abre los ojos con sorpresa y sonríe. Luego me besa con ternura y me aprieta contra él. Y ahí entre sus brazos, entiendo que lo que comenzó como deseo, es en realidad amor. Y ya no hay marcha atrás