Mid [#2 Aberrantes]

Capítulo 15 ~ África

Alan toca la puerta repetidas veces con el cuidado de no sonar tan raudo. Su velocidad era una gran ventaja y a la vez una gran desventaja laser tan conocido.

Agradecía que lo gritos habían cesado, no había más bombas, ni estruendo, ni estallidos, nada que preocuparse por los momentos hasta el día de hoy. El comunicador de Roswell debía de ser inservible gracias al pulso electromagnético.

Escuchaba las pisadas acercarse a la puerta. Eso quería decir que ella no se había acercado al peligro, se había quedado en caso gracias a todos los cielos.

Se abrió la puerta revelando a una Twyla con prendas de vestir, traía puesta una camisa gris siendo recubierta por una cazadora vinotinto y una bufanda estampada con piel de leopardo, unos pantalones negros ajustados cubrían sus piernas y sus zapatos negros la cubrían del frío.

—Twyla —murmuró Alan.

—Alan —exclamó ella y se lanzó contra su amigo para darle un abrazo.

Alan la atajó en el are y la abrazó con fuerza. Su cabello estaba desaliñado pero el olor era una exquisitez, era el aroma de frotas y un poco de café. Alan cerró los ojos disfrutando ese pequeño y jugoso momento, jamás había sido recibido de esa manera y menos por ella. Su corazón no paraba de latir con rapidez, estaba nervioso a más no poder.

—Alan, estaba preocupada —Twyla se apartó de su amarre pero mantenía sus dedos clavados en los hombros de Alan—. Escuché las explosiones y los gritos. Dicen que hubo una explosión en tu apartamento y cuando estaba a punto de salir a ver como estabas escuché las explosiones y vi el humo por las calles, y apareció Andron…

—Hey, tranquila, estoy aquí —Andron apretó la cintura de Twyla con fuerza. No la quería dejar ir—. No ha pasado nada.

—Me alegra tanto que estés bien —sonrió con afabilidad la chica.

Alan sonrió de la misma manera. Podía escribir en el basto océano lo maravillosa y hermosa que era esa chica y aún así no tendría espacio para tantas letras.

—Pero no tenemos tiempo —despertó Alan de su asimismo—. Tenemos que irnos.

Alan se adentró al precinto sin pedir consentimiento y se acerco al sofá donde se encontraba la cartera de la chica. Se la entregó y ella lo tomó antes de que cayera al suelo.

—Espera —habló Twyla desconcertada—, ¿A qué te refieres?

—Tenemos que irnos —Alan fue a la habitación en largas zancadas—. Estamos en peligro.

— ¿Y cómo sabes eso? —Twyla lo seguía.

Alan fue al baño y tomó el cepillo de dientes de la chica, lo introdujo en la cartera mientras pensaba en una excusa creíble. No soportaba el tipo de preguntas donde el 90% de las respuestas eran incorrectas.

—Andron dijo que fueras conmigo —asintió Alan—. Dijo algunas cosas que no logré entender.

—Espera —Twyla bloqueó el paso de Alan—, ¿Conoces a Andron?

—Algo así —Alan rodeó a su amiga y tomó las cosas que podían servirle por los momentos. Desodorante, algunas prendas para vestir. Lo más esencial.

Twyla no estaba renuente. No entendía lo que pasaba pero por como Alan actuaba era algo my importante. Él nunca se había comportado así, es decir, siempre fue un manojo de nervios pero jamás había sido tan expeditivo.

—Define «algo así» —inquirió Twyla.

—No tenemos tiempo Twyla, creo que allí viene —respondió Alan y vio directamente al portal.

Twyla lo hizo de la misma forma con una gran expectativa de su nuevo invitado. No sabía cómo sería ni que haría al momento de verlo pero sus bellos se colocaron en punta cuando sintió esa corriente de aire tan característica de él. Sintió unas manos tomando sus muslos y cargándola a una velocidad sorprendente. No tuvo tiempo de identificar el rostro del velocista, ni de como había entrado a su apartamento pero la sorpresa de tenerlo tan cerca fue lo único que necesitaba. Su cabello zarandeaba junto con el viento en su rostro, no lograba identificar que era lo que ocurría tras sus ojos pues las imágenes eran pasajeras y desaparecían en un parpadeo.

En menos de dos segundos, Twyla estaba de pie en un apartamento que no reconocía. Estaba pulcro y la luz de la ventana la hizo despertar de su aturdimiento. Sus piernas costaban en reaccionar por lo que comenzaba a perder el equilibrio y cayó en el sofá más cercano.




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