— ¿Y cómo piensas sacarla? —refunfuñó Andron.
Blue Velvet extendió su mano y de sus dedos comenzaron a surgir chispas azules que saltaban de sus dedos hasta la palma de su mano. La bala comenzó a agitarse y logró salir del músculo de Andron, atravesó el aire y logró dar contra los dedos de Blue Velvet, ella lo tomó con su dedo pulgar e índice escudriñando el metal ensangrentado.
Era más grande que las balas corrientes, medía 3 centímetros de largo y uno de ancho. El metal estaba caliente al tacto y podía sentir la viscosidad de la sangre en ella. Andron no paraba de gritar de dolor, se sentó en el frío pavimento lleno de piedras y basura, mientras que Blue Velvet lanzaba la munición a uno de los botes de basura. No servía para nada.
— ¿Estás bien? —preguntó ella e hizo un ademán de tocar su cabello.
—Sí —Andron se apartó un poco al notar eso—, estoy bien.
Blue Velvet asintió y notó como la herida iba sanando poco a poco. Los músculos comenzaban a unirse como el tejer de un suéter, comenzaba a cicatrizar. Blue Velvet se puso de pie y vio cómo un helicóptero comenzaba a acercarse a la azotea del edificio.
—No me da tiempo de matar a ese hijo de puta —refunfuñó Blue Velvet entre dientes.
—Entonces no lo hagas —Andron continuaba enfocado en la herida de su pie—. No mates a ese imbécil.
Blue Velvet no podía escucharlo. Escuchaba más las conversaciones de los ciudadanos, las aspas del helicóptero, e incluso escuchaba la risa de Roswell. Esa risa de satisfacción que tanto le cabreaba. Respiró profundo. Andron tenía razón. No podía hacer nada, no podía matarlo. Si hacía caer el helicóptero habría vidas perjudicadas, dependiendo en donde cayera dicho transporte.
Volvió a pestañear repetidas veces, haciendo que su visión fuera nuevamente y únicamente de las fuentes de energía que rodeaban la ciudad. Había diversas conexiones bajo ellos. Volvió su mirada en los postes, las cámaras que estaban activas grabando cada acción de ellos, incluso una que estaba por encima de ambos, parecía sonreírle con malevolencia. Sabía que Roswell podría estar viéndolos, podría estar manipulando cada pequeña cosa que ocurriera en la ciudad, después de todo, tenía la completa libertad de hacerlo con tal de conseguir el trabajo hecho.
Las bombas eran difíciles de desactivar, tenía que hacerse de una a una. Inclusive así, tardaría semanas en encontrarlas todas y desactivarlas.
Blue Velvet alzó su dedo medio en dirección a la cámara y surgido de esto la apagó incluso en la distancia. Volvió con su amigo y notó que la herida había desaparecido, gran parte de ella.
— ¿Qué era eso? —preguntó Andron esta vez un poco más serenado.
— ¿Las bombas? —preguntó Blue Velvet y se cruzó de brazos viendo como la costra se tornaba cada vez más a su color de piel—. Eran minas inteligentes. Las colocaron allí cuando construyeron la ciudad.
—Define «inteligentes».
—Hace tiempo pusieron eso para detectar Aberrantes, pero lo usarían únicamente de ser necesario, es decir, en caso de que un Aberrante se volviera imparable. Supongo que no contaron con uno superveloz.
—O con que también lastimaría a los habitantes.
—Exactamente. Esas bombas se controlan con electricidad, si puedo controlarlo, con una clave que también tengo, pero…
— ¿Pero…?
—Sería desactivar una por una, tratar de que ningún ciudadano salga a las calles hasta que el panorama se calme, o hasta que Roswell decida cuándo es tiempo de parar ¿Sabes cuándo será eso?
—Casi nunca.
—Casi nunca —repitió Blue Velvet asintiendo.
—No puede ser —Andron alzó sus rodillas aún en el suelo y recostó sus brazos encima de ellos. Estaba agotado, exhausto, mentalmente—. Jamás pensé que ser un héroe era pelear contra las personas que protegen a los demás.
—Sí, la corona es muy pesada —respondió ella, apartando la mirada, observando las calles siendo cubiertas por cenizas.
El olor a humo se volvió una constante, esto le recordaba mucho a Pestrom, el día que el padre de Andron había muerto. Estaba pensando que tan mal debía de estar pasándola este chico. Era niño al final, un niño que tenía sueños grandes y quería hacerlos realidad, ese accidente lo impulsó a hacer un cambio así como ella, así como todos. Un mal día los impulsó a dar lo mejor de ellos mismos.
La ciudad era calma, no había nada más que silencio, un silencio sepulcral que los hizo estremecer a ambos. No se escuchaban puertas, ni ventanas abrirse, ni un murmullo. Solo veían las nubes formarse en el cielo cubriendo el sol, las cenizas caer en el pavimento lentamente como copos de nieve en Navidad.
—No sabemos qué hacer, si salimos entonces la ciudad explota —recalcó Andron—, y si no, morimos igual. No hay nada…
Andron observaba a su amiga, su mirada estaba anclada en la grieta de la autopista, las llamas se habían apagado; sin embargo, la observaba detenidamente sin decir nada.
—Ya tienes una idea —respondió Andron.
—La tengo —asintió—, pero es muy arriesgada —dijo Blue Velvet entre dientes.
—Quizás «arriesgado» es lo que necesitamos ahora.
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Editado: 02.06.2025